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Llorenç Riera

Cambia el obispo, sigue la interinidad

Tanto el silencio como la negación han acabado siendo unos pésimos aliados para Javier Salinas. Lo han sido hasta el extremo de estrangular su continuidad al frente de la diócesis y su misma carrera episcopal. El Vaticano deja pasar el tiempo y lo sujeta a su cronómetro peculiar con marcadores de burocracia y diplomacia, velando a la par por el blindaje frente a interferencias mundanas. La curia está impermeabilizada. Entonces, la suerte, los designios de la providencia si se quiere, están echados. Es el momento en el tiempo se vuelve contra quien ha hecho lo imposible para resguardarse en él, caso del hasta hoy obispo de Mallorca.

Tal cómo se han hecho las cosas es muy posible que la gestión, por parte de sus principales protagonistas, de la crisis desatada por relación "impropia" entre Javier Salinas y Sonia Valenzuela, haya acabado siendo peor que la propia existencia del contacto permanente entre ambos. Eso, aparte de las consecuencias sobre el matrimonio de la exsecretaria del prelado.

Javier Salinas negó primero la relación y después no admitió ante Roma que ésta tuviera efectos letales sobre la confianza que merecía a su clero y a sus fieles. La autoridad se gana y no precisamente por decreto. Un obispo desmotivado y carente de liderazgo, poco dado al gobierno efectivo, ha tenido el arrojo de aferrarse al cargo en detrimento del servicio al que se debe. Para tal pecado existe una penitencia, la de ejercer por imposición como tercer obispo auxiliar del siempre controvertido Antonio Cañizares en Valencia. Allí podrá ayudarle a velar por la unidad de España que tanto ocupa la pastoral del arzobispo mientras que Sebastià Taltavull, si conserva su actual línea como auxiliar de Barcelona, tendrá oportunidad de dejar sentado en Mallorca que el nacionalismo no es condenable por necesidad.

En cualquier caso, el obispo menorquín deberá atender antes otras prioridades mucho más urgentes. Viene como Administrador Apostólico con perspectiva de adquirir la titularidad de la mitra mallorquina. Llega a una diócesis que conoce bien y con cuyo clero mantiene afinidades suficientes. Se presupone que la relación será más leal y acorde con la realidad eclesial y social.

Sin embargo, las condiciones canónicas del relevo mantienen la interinidad en una diócesis que necesita afianzar su rumbo sin demora. La desmotivación y la carencia de objetivos es tal que han desaconsejado mantener las riendas del tránsito del relevo de prelado bajo la elección del colegio de Consultores. Taltavull ya fue en junio el encargado de reclamar la respuesta dilatada que se había urgido a Javier Salinas. Ahora él es el Administrador Apostólico de una diócesis que necesita enderezar su camino con un pastor que en principio debe tener las condiciones que personifica el mismo Taltavull.

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