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Libertad, ¿para qué?

Nada es tan maleable ni ha hecho tanto daño a la convivencia entre grupos humanos como el concepto de "cultura". Hay dos acepciones principales. La primera se refiere al conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar un juicio crítico. Es decir, pensar por sí mismo. La segunda, al conjunto de modos de vida y costumbres, conocimiento y grado de desarrollo en una época o grupo social. En este segundo caso, hasta el vino o una canción de labranza se pueden considerar cultura. Pero ¿es que una canción de labranza tiene el mismo valor que Bach? ¿O el vino que las obras completas de Shakespeare? Ahí es cuando entra en juego la primera acepción de cultura; la que ayuda a distinguir. A base de escuchar mucha música, leer muchos libros y probar muchos vinos. De lo contrario, somos presas de un relativismo en el que todo vale igual. Todo es respetable. Especialmente si nos referimos a una cultura o a sus costumbres.

Este verano hemos sido testigos del debate sobre si Occidente debe permitir el burkini en sus playas una realidad que ya ha llegado a Balears. Una cuestión que volverá a plantearse el año que viene y los siguientes hasta que la resolvamos. ¿Debe la Europa de la tolerancia y las libertades prohibir que una mujer vaya vestida a la playa como quiera? Quizá la respuesta esté en el sujeto: una mujer. No nos preguntamos si debemos tolerar que los hombres lleven burkini. Y no lo hacemos porque es una prenda exclusiva para ellas. No tiene nada que ver con la islamofobia, ni con las costumbres religiosas del islam: nadie prohíbe rezar cinco veces al día mirando a La Meca, ni veremos policías obligando a musulmán alguno a comer carne de cerdo o saltarse el Ramadán. El burkini no es un atuendo religioso como las monjas llevan hábito o los curas sotana; es un símbolo del sometimiento de la mujer, porque sólo ella debe ir tapada a la playa, para evitar las miradas masculinas lascivas.

¿Puede una ser libre de llevarlo? La libertad no es un concepto unívoco ni absoluto. No es todo blanco o negro: hay grados. Pongamos que una ha sido educada en un ambiente en que lo correcto es no enseñar demasiada piel, porque no está bien a los ojos de Alá. O de Dios hasta hace nada aquí también se nos medían los centímetros que la falda o el traje de baño nos subía de la rodilla. ¿Es una elección realmente libre taparse? ¿Ha podido elegir esa mujer entre todas las opciones disponibles? Puede que sí, y entonces acepta ese símbolo de sumisión como algo propio a pesar de las evidentes incomodidades si las vemos ajustarse la prenda a la cara en el agua, por no hablar de lo que pesa mojado. Otra cuestión es si debemos permitirlo. Sin embargo, si se plantea el asunto del burkini en términos de libertad es obligatoria la referencia al concepto de "libertad negativa" de Isaiah Berlin. Se refiere a la posibilidad de elección, a la ausencia de restricciones y coacciones para tomar una decisión u otra. Y también hay grados: cuantos más obstáculos a la hora de elegir, menos libertad; cuantas menos presiones, más libre soy. La única pregunta importante en relación al burkini no es si las mujeres son libres o no de ponérselo; es si son libres de quitárselo. Si existen o no coacciones que les impidan ir en bañador, bikini, o topless.

Una simple entrevista con la creadora del burkini, Aheda Zanetti australiana de origen libanés nos da la respuesta: "He creado el burkini para dar más libertad a las mujeres, no para quitársela". Lo hizo para que su sobrina, que llevaba hiyab, pudiera jugar en la arena o bañarse como las demás niñas sin sofocarse de calor. "Ahora pueden ir a la playa. Antes se bañaban con ropa, o no iban". ¿Podemos deducir que ahora o van en burkini o no van? Taparlas es su forma de someterlas. Taparse es su forma de someterse. Negar que es un símbolo de opresión es de miopes.

Miopes como los y las pseudofeministas que ven machismo en todas partes menos donde lo hay. Miopes como quienes comparan el burkini con la depilación o "ponerse tetas" para agradar a los hombres, como síntoma de opresión machista sin ver ninguna diferencia. Hay muchas: en Occidente podemos elegir no depilarnos hay muchos hombres que incluso lo prefieren o no ponernos tetas sin ser repudiadas. Podemos ser infieles sin ser lapidadas. O ser lesbianas o transexuales sin que nos tiren de un tejado como los radicales del ISIS o aparecer brutalmente asesinadas como hicieron con Hande Kader los moderados de Turquía. ¿De verdad no ven ninguna diferencia? Y sin embargo no se los ve emigrar en masa a esos países que son paraíso de las mujeres y la libertad sexual.

Permitir el burkini porque es su cultura o son sus costumbres es desandar un camino que ha costado mucho recorrer en favor de la dignidad de las mujeres. Una lucha de siglos para que se nos permita buscar de forma privada nuestra felicidad y se nos reconozcan los mismos derechos y deberes que a los hombres. Es innegable la superioridad moral y racional de esta concepción occidental sobre otras que nos consideran seres inferiores a los que hay que tener dominados. No todas las formas de ver el mundo son respetables, si no respetan la dignidad de cualquier ser humano. Podemos discutir si los métodos más adecuados son mandar a la Policía a la playa a obligar a las mujeres a quitarse el burkini. Pero que el debate esté en si es un símbolo de libertad religiosa que hay que permitir alegremente demuestra hasta qué punto muchos todavía no han entendido nada.

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