Los chantajistas existen porque hay entes susceptibles de ser chantajeados. En ocasiones, el chantaje amenaza con desvelar secretos inofensivos y sin relevancia penal; pero muchas veces el extorsionador consigue su botín gracias a que el extorsionado tiene mucho ilícito que ocultar y está dispuesto a pagar un precio para que se mantenga la reserva. Ocurre como con el timo de la estampita: el timador no conseguiría desplumar al otro si este no estuviera dispuesto a aprovecharse sin escrúpulos de su antagonista. Por ello, la salida a la luz de las tramas extorsionadoras formadas por Ausbanc y Manos Limpias, que a todos nos satisface porque elimina de la circulación a unos facinerosos, debería promover también la investigación de los extorsionados. ¿Por qué tantos bancos pagaron sin rechistar grandes facturas de publicidad a quienes nunca ocultaron sus malas artes? ¿Qué tenían que ocultar aquellas entidades, por otra parte tan poco dadivosas? El asunto se complica cuando se conoce que la Comunidad de Madrid, en la etapa final de la presidencia de Ruiz Gallardón y durante toda la etapa de Aguirre entre 2001 y 2012, subvencionó 34 proyectos de Ausbanc por un importe de 6,2 millones de euros. A tales efectos, Ausbanc era una "entidad sin ánimo de lucro". Las preguntas se agolpan, pero a buen seguro que el partido de Gallardón y Aguirre será el primer interesado en dar las oportunas explicaciones.
