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Cuaderna

Investidura: es necesario el acuerdo

No es mi propósito analizar el debate de investidura protagonizado por Mariano Rajoy, como candidato, y los líderes de las diferentes formaciones políticas que conforman el actual Congreso de los Diputados. Sobran análisis y comentarios. Los hay para todos los gustos. Mi propósito es dar mi opinión sobre lo que necesita España a día de hoy, después de haber protagonizado unas segundas elecciones, con visos a unas terceras, por falta de acuerdo entre las formaciones políticas que comparten una misma idea de España y que defienden la Constitución como norma básica y fundamental de convivencia.

En primer lugar, España necesita de un gran pacto, entre las formaciones políticas que defienden la unidad, la libertad, la justicia y la igualdad de todos los españoles; con independencia de su origen y de su procedencia territorial. España necesita reafirmar que es un Estado de Derecho, una nación indivisible, donde la soberanía reside en el pueblo español y donde se respeta la ley y orden constitucional, que ha hecho que hoy España sea una nación libre, democrática, moderna y plenamente integrada en Europa.

De ahí que reclame, dadas las circunstancias actuales, un gran pacto, un gran acuerdo entre las fuerzas constitucionalistas, y por supuesto abierto a las demás formaciones que libremente quieran sumarse a la defensa del orden constitucional, por encima de los particularismos de las diferentes nacionalidades y regiones que integran el Estado español.

¿Si fue posible un acuerdo en el 75 y un pacto constitucional que derivo en la Constitución del 78, por qué no puede ser posible ahora, en que los grandes desafíos de cara al futuro son el secesionismo catalán y vasco, la recuperación económica en base a consolidar la creación de empleo y emprender todo un paquete de reformas de carácter administrativo, institucional y político, que preparen a España para los próximos cuarenta años? De ahí la importancia del acuerdo.

Para ello necesitamos hombres y mujeres de Estado. Hoy, al igual que ayer, la obligación ética y moral de los partidos es hacer prevalecer el interés general de España por encima del tactismo de conveniencia, ya sea de partido o de líder. Y es que después de las elecciones del pasado 20 del diciembre y las del 26 de junio de este año, los partidos no pueden rehuir el compromiso, yo diría la obligación, de llegar a acuerdos, y tener como meta desbloquear la situación de impasse en que se encuentra España ante la falta de Gobierno. Si no se hace corremos el riesgo de pulverizar el camino andado y paralizar todo el avance conseguido en estos casi cuarenta años de democracia. Se trata de estar a la altura de las circunstancias y establecer puentes de entendimiento y mutua compresión, y no de construir barreras infranqueables de intransigencia y desprecio de unos hacia otros.

Por otra parte, uno de los grandes problemas al que debe enfrentarse España es la profunda crisis de identidad nacional, que ha ido perdiendo fuerza a causa de no haber diseñado un proyecto colectivo que nos hiciera sentir orgullosos de pertenecer a España como nación y, dentro de ella, a cada una de nuestras nacionalidades o regiones a las que pertenecemos, como sí ocurre en Francia, Alemania e Italia; por no citar a EE UU.

Que nadie se engañe, romper el orden social para después refundarlo puede ser estimulante e incluso tentador; pero todos los experimentos vividos en España, en los últimos doscientos años, han salido mal; excepción hecha de la Constitución de 1978. Basta con repasar en la historia del siglo XIX y mitad del siglo XX, para obtener una muestra inequívoca del peligro y las consecuencias vividas de romper lo existente, por imposición de unos contra otros, para crear un nuevo modelo excluyente. Me reafirmo una vez más en que es inmoral jugar con los sentimientos de la gente, alentando el fuego del nacionalismo excluyente, que lo que busca es la ruptura unilateral de España, apelando a un derecho inexistente, en el marco del derecho internacional y en el nuestro propio, como es el derecho a decidir; sin contar con el resto de la población española.

En segundo lugar, España necesita reformas en el orden económico social para consolidar nuestra estructura productiva y hacerla más justa, eficaz y eficiente. Aquí también se requiere un gran pacto económico; unos "Pactos de La Moncloa II". Solo así se podrá asegurar estabilidad, eficiencia y progreso.

En tercer lugar es necesario, hoy más que nunca, dejar atrás la división entre las dos Españas, entre izquierdas y derechas, y entre buenos y malos; que desgraciadamente, desde el 2003 cuando se quiso construir un cinturón sanitario anti PP, se ha venido implantando en el seno de los partidos de izquierdas y nacionalistas. Basta apelar nuevamente a la historia de España del siglo XIX y siglo XX para darnos cuenta de cuánto dolor, tragedia y desgracia trajo a España estos odios y divisiones. Parece que nos gusta volver a las "barricadas ideológicas". Queremos justificar nuestras acciones, no con la razón, si no intentando destruir y desacreditar al adversario. Es necesario pues, acabar de una vez por todas con estos perversos planteamientos. En definitiva es necesario el pacto. Es necesario el acuerdo.

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