Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José María de Loma

Ética de las piscina

Hay una ética de la piscina. Lo mismo que hay una ética a tener en cuenta en la mesa, en la calle o en un salón de baile. El problema es que muchos la olvidan. Echan en el bolso la toalla, la crema solar, una novela de misterio, los chicles, llaves, monedas, móvil y hasta las raquetitas. Pero no la ética. Y entonces pasa lo que pasa. Se olvidan de la ética y gritan y vociferan, escupen gargajones verdosos, arrancan el césped, se tiran en panza al agua para salpicar lo más posible, comen bocadillos infames de mortadela no homologada que dispersan muchas migas, tiran colillas y hasta eructan; no cuidan de sus niños, reprenden a los de los demás y son capaces hasta de enfriar sandías en el agua. Si no se mean en ella. El homus piscinis puede ser así de zafio o zafio en parte. O sea, semizafio. Hacer todas esas cosas que hemos citado en una sola mañana o hacer sólo una de ellas. O dos.

Ante una piscina hay que posicionarse como uno se posiciona ante el mundo: con mucha ética, educación y saber estar. Con elegancia. Hay que ser consciente de nuestro lugar en ella. En la piscina. Después, zambullirse con gracejo. Dar luego airosas brazadas que nos reconforten la espalda, nos musculen los brazos, nos estilicen las piernas y nos moldeen los hombros. Nada de bañadores chillones. Ni de bañadores con colores chillones. Hay que saber usar la camiseta. Tan impropio es no llevarla cuando uno ya está en el chiringuito, en la iglesia, en un tanatorio o a siete kilómetros de la piscina como permanecer con ella puesta cuando el agua nos llega a la cintura. Al niño díscolo no se le llama como si nos hubiéramos tragado un megáfono de última generación y esdrujuleando su nombre. El del niño, no el del megáfono. Ni se reconviene o regaña al adolescente atontolinao pero rijoso pronunciando tacos y blasfemias hacia sus oídos porque se haya quedado absorto en el tanga fosforescente de la simpática vecinita.

De la piscina hay que saber irse como hay que saber irse a tiempo de la política, del fútbol o de la presidencia de un casino de pueblo. Esa excusa de que "ahora es cuando mejor se está" es sólo un ardid para no preparar la cena, no poner una lavadora, no estudiar para el examen pendiente o no reanudar la rutinaria y sorda guerra con el cónyuge.

Todo el mundo sabe que si a esa hora fuera o fuese en la que mejor se está no estaría la piscina a rebosar durante las diez horas precedentes y vacía ahora. Por su comportamiento en la piscina lo conoceréis. Un caballero se marcha de la piscina cuando esta está llena y si quiere pillarla vacía baja a primerísima hora de la mañana, como un saludable sportman que acudiera a destensionar el cuerpo y no a estirarlo acompañándose de bostezo y movimientos de morsa. A la piscina conviene a veces incluso ir bañado. Pero bueno, aunque te mojes, algunas conversaciones te dejan seco.

Compartir el artículo

stats