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Antonio Papell

PSOE: políticas progresistas

José María Maravall, uno de los intelectuales más sólidos del PSOE, primer ministro de Educación y Ciencia de Felipe González y autor de los mejores análisis sociológicos sobre la Transición, se ha pronunciado en un brillante artículo a favor de la tesis de Alfonso Guerra sobre el papel del PSOE en la actual coyuntura: "No hay más alternativas que unas terceras elecciones [que reforzarían más a quien las acaba de ganar] o la abstención del PSOE para facilitar, tapándose la nariz, un gobierno y quedándose en la oposición, con algunas condiciones fundamentales, pero sabiendo que, incluso sin ellas, al día siguiente las políticas pueden imponerse desde el parlamento".

Ya se sabe que la actitud del PSOE en la investidura de Rajoy es cuestión opinable porque hay argumentos en las dos direcciones posibles, aunque la realidad refuerza últimamente las razones de la abstención; pero lo más interesante del referido trabajo de Maravall es su opinión sobre cuál debería ser el papel del PSOE en su oposición a los conservadores, y sobre qué políticas progresistas debería inspirar. De entrada, Maravall indica que lo primero que debe hacer el principal partido del hemisferio izquierdo de este país es "disponer de un proyecto de país articulado, ambicioso y creíble" que responda a la pregunta de en qué país merecería la pena vivir. Y para ello, necesita una organización más sólida que el actual reino de Taifas: "En países federales escribe Maravall el liderazgo nacional no está socavado por barones territoriales con intereses propios". Nada dice Maravall de cómo se consiguen esos designios, que no parecen fáciles de imponer y que deberían provenir de una ardua reflexión colectiva.

Dicho esto, Maravall describe lo que a su juicio debería hacer el PSOE si facilitase al PP la gobernabilidad. "Nada más comenzar el periodo de sesiones escribe, los socialistas han de presentar una ley de prevención de la necesidad, porque ha llegado la hora de que los ciudadanos no vivan situaciones de extrema precariedad material, protegidos por una red de ingresos mínimos". En definitiva, propone una renta básica de inserción, en forma de red inferior y de una especie de impuestos negativos sobre la renta. La idea no es nueva, y ya fue desarrollada por el liberal Milton Friedman en 1962 y por el socialista James Tobin también en la década de los sesenta. Tras los efectos devastadores de la última crisis, con un hundimiento literal de las clases medias, una extensión insoportable del desempleo y una devaluación salarial de crueldad inusitada, parece lógico que la izquierda política abogue por una solución de esta naturaleza.

Y a continuación, Maravall enuncia un listado de exigencias: en sanidad, la cobertura por el sistema público de todo ciudadano, que guiaba la reforma de Ernest Lluch; en educación, tiene que rectificarse la tergiversación de la Constitución por unas políticas educativas del PP que han introducido trabas a la igualdad de oportunidades, recortando becas de forma masiva allí donde se necesitan y convirtiendo la enseñanza concertada, que debía ser subsidiaria, en un campo de discriminación social. Y aún hay más exigencias: poner fin a la congelación de la ley de Dependencia; defender una reforma de la fiscalidad que permita sostener el Estado de Bienestar y sea a la vez eficaz y redistributiva entre otras cosas, evitando que personas con los mismos ingresos paguen muy diferentes impuestos, que la riqueza cotice menos que el trabajo, que los ciudadanos paguen más que las sociedades?

Maravall piensa que la sola posibilidad de presionar en esta dirección justifica que el PSOE impulse la formación de un gobierno ante el que tendrá capacidad de exigir estas pautas. Como mínimo, esta tentadora perspectiva merece una reflexión.

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