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Jose Jaume

La última charranada, por ahora, de Rajoy

Elecciones, las terceras, el 25 de diciembre si el PSOE no le posibilita la investidura. Esa es la postrera charranada, por ahora, de Mariano Rajoy. Ha sido el presidente del Gobierno vasco, Iñigo Urkullu, lleno del sentido común del que hipócritamente alardea Rajoy, quien ha dicho que si vamos nuevamente a elecciones el día de Navidad, él será el único responsable al haber impuesto a la presidenta del Congreso de los Diputados, Ana Pastor, que en pocas semanas ha incinerado su cargo institucional, las fechas de la investidura que abren la cuenta para volver a votar si no hay la mayoría necesaria para elegir presidente. Uno de los histriones de turno que el PP siempre tiene dispuestos para la ocasión, en el caso que nos ocupa el bronco catalán García Albiol, sentenció, al conocerse los días en los que Rajoy acudirá al Congreso, que "a ver si Sánchez tiene narices de obligar a votar a los españoles el día de Navidad". Ninguna duda: de lo que se trata es de endosar al secretario general del PSOE la carga de semejante insensatez, que no es otra cosa que un chantaje del presidente del Gobierno en funciones al líder socialista, al comprobar que no se cumplen sus previsiones, que el "ablandamiento" que suponía haría efecto en su resistencia no es tal: Sánchez ha dicho no y nadie en el PSOE le enmendará ahora la plana. Rajoy irá a la investidura. El próximo viernes se constatará su fracaso. Si se ha de votar en Navidad, lo que todavía es una lejana posibilidad, al único que habrá que pedirle cuentas es a Mariano Rajoy. Urkullu, un político que domina la retórica a la perfección, fruto de las enseñanzas de los siempre inteligentes y avezados jesuitas, ha puesto al presidente en funciones en su sitio, al establecer nítidamente que si vamos a las urnas en Navidad a él hay que atribuírselo, a nadie más.

Rajoy no ha elegido la fecha de su presunta frustrada investidura únicamente para chantajear a Sánchez, sino también para, de ir a elecciones, propiciar la abstención del electorado del adversario; da por hecho que el suyo, pétreamente dispuesto a tragar carros y carretas y lo que haga falta, aunque sea en Navidad acudirá disciplinadamente a los colegios electorales. Charranada completa. Falta saber si saldrá bien en el caso de que lleguemos a vérnoslas con tal descomunal disparate.

No adelantamos acontecimientos: Navidad todavía es una fecha lejana en el tiempo político, en el que los sucesos se encadenan sin pausa. Rajoy ha conseguido rendir sin condiciones la plaza de Rivera. Ciudadanos, que para eso nació, ha dado el santo y la limosna al PP. Las negociaciones en curso, por utilizar el vocabulario considerado correcto, no son otra cosa que una teatralizada representación de la entrega por parte de Albert Rivera de las llaves de la ciudad de Ciudadanos al PP. ¿A cambio de qué? Se sabrá en el momento procesal oportuno. No será nada que Rajoy no pueda ofrecerle graciosa y gentilmente.

No perdamos más tiempo con Ciudadanos; de lo que se trata es de escudriñar hasta dónde quiere llegar Pedro Sánchez, si está en disposición de forzar las cosas hasta el extremo o bien de adentrarse en la tierra inexplorada de las terceras elecciones o si intenta armar una investidura alternativa para lo que necesariamente ha de contar con Podemos, partido en horas bajas, con su líder Pablo Iglesias atenazado por sus vistosas múltiples carencias y su ausencia de relato alternativo al de la inexistente victoria electoral del 26 de junio, pese a que obtener 70 diputados es un resultado sorprendentemente bueno para quien acaba de llegar.

Las relaciones PSOE-Podemos siguen siendo públicamente muy malas. Públicamente; subterráneamente es otra cosa: hay comunicación y en ella algo se está avanzando. No se ha llegado al punto de que pueda decirse que van a intentarlo, porque más que el de Podemos el problema emerge ante los independentistas catalanes, sobre todo ERC, que insiste en considerar irrenunciable la convocatoria de un referéndum en el Principado, solución que los socialistas, al menos hoy, no pueden aceptar. Digamos entonces que la investidura alternativa es un eventualidad muy improbable, por lo que hay que aproximarse a testar el nivel de resistencia del PSOE, hasta dónde llegará. En el Gobierno en funciones y en el PP, desolados por la constatación de que Rajoy no sale elegido el viernes, se aferran a los resultados de las elecciones vascas y gallegas del 25 de septiembre. Ya no urge formar gobierno cuanto antes por aquello de aprobar los presupuestos de 2017 y poder incrementar la pensiones, esas urgencias han desaparecido, pueden ser soslayadas. El nuevo argumentario de los voceros del PP es el que sigue: si en Galicia se obtiene la mayoría absoluta y el PSOE se desmorona, al tiempo que en el País Vasco el PNV se ve obligado a solicitar la asistencia del PP para seguir gobernando, la investidura de Rajoy será un hecho: los nacionalistas vascos ofrecerán a cambio sus preciados cinco diputados y el PSOE no podrá hacer otra cosa que abstenerse. Tal vez suceda y a lo mejor el sueño se transmuta en pesadilla. Los socialistas han reiterado hasta la saciedad que el no a Rajoy es para hoy y para mañana. También en octubre, llegado el caso, votarán no. Si Sánchez mantiene su posición o Rajoy abandona o las elecciones se harán inevitables, salvo que la investidura alternativa supere los obstáculos que parecen considerarla inviable.

Todo ello nos lleva a establecer que en contra de lo que se daba por seguro Pedro Sánchez ha ganado el primer pulso a Rajoy, quien, obligado a pasar por las horcas caudinas de la investidura a sabiendas de que la perderá, ha hecho la charranada de colocarla de tal suerte que si se ha de ir a elecciones el día señalado sea el de Navidad. Por lo que se ha visto Sánchez no se ha amilanado; al contrario: el PSOE remite al Congreso una propuesta para que se vote un domingo antes, el día 18 de diciembre. Habrá que estar atentos a la respuesta del PP. Casi puede anticiparse que retorcerá las normas lo preciso para afirmar que legalmente es imposible acordar un cambio en lo que establece la Ley Electoral, hacerlo cuando el Gobierno está en funciones.

De lo que se trata es de ver quién aguanta hasta el final: Rajoy dispone de muchas bazas, pero Sánchez, si los suyos no lo impiden, tiene, contra pronóstico, la mano ganadora. Son los suyos los que pueden quitársela. La esperanza de Rajoy.

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