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Pedro De Silva

En corto

Pedro de Silva

Guía para viajar al norte. Las aguas

En el Cantábrico las aguas casi nunca son para refrescarse, porque no hay de qué. Las aguas son para meterse en otro mundo, a través de un rito de paso esencialmente térmico, en el que las células se encogen, toman conciencia de que la vida es cambio y evocan, en la zona más remota de la memoria, el terrible momento de abandono de la placenta. A partir de ese instante el nuevo mundo que se le abre al cuerpo despierta sensaciones corales (como he leído en una reseña sobre vinos que sucede en el paladar con un caldo un tanto ecléctico). Si no se pone uno un poco pretencioso a la hora de imaginar los efectos de la inmersión no se baña, y menos cuanto más al Oeste y más cerca por tanto del frío Atlántico lo haga. Pero esa necesaria y subjetiva predisposición al prodigio, ¿no es la misma que hace posible el goce del arte, el amor, un cielo estrellado o la misma religión?

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