Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

Un templo del Espíritu Santo

La directora general de Igualdad y Derechos Cívicos del ayuntamiento de Palma, Lucía Segura, y la directora insular de Igualdad del Consell de Mallorca, Nina Parrón, presentaron la pasada semana la campaña conjunta "No i punt!" para acabar con la violencia machista y las agresiones sexuales en las fiestas populares de Mallorca. Su objetivo declarado es cambiar la mentalidad a la sociedad. La campaña va dirigida a quien padece la agresión como a quien la comete u observa, con la intención de concienciar a la ciudadanía de que este tipo de conductas no son normales (sic). Dijeron que quieren que las fiestas sean una cosa alegre y no una represión como en muchos casos sucede a las mujeres, pues las familias les imponen horas de vuelta o ellas mismas se autocensuran a la hora de vestirse.

No cabe ninguna duda de que la intención de las directoras es encomiable, así como que la violencia machista y las agresiones sexuales son acciones repugnantes, intolerables y cobardes que deben ser perseguidas y condenadas por la sociedad. También era encomiable un personaje de un cuento de Flannery O'Connor: unas chicas explican que la hermana Perpetua les dice lo que tendrían que hacer si un hombre se comporta de forma impropia: "¡Pare, señor! ¡Soy un templo del Espíritu Santo!". De lo que no estoy tan seguro es de si la puesta en marcha de una campaña de este tipo va a contribuir de forma efectiva a la erradicación de estos comportamientos o a servir para dar presencia pública a los colectivos políticos que enarbolan unos eslóganes y unos objetivos presentados como algo obvio. En primer lugar, no creo que la mentalidad de la sociedad mallorquina sea condescendiente con tal tipo de conductas; y por tanto no creo que desde las instituciones públicas deban instrumentarse campañas para cambiar nuestra mentalidad. Es como si para evitar todo tipo de delitos, sean violencia de género, robos, asesinatos, fraudes, estafas, etc., se pretendiera cambiar la mentalidad social. Es precisamente la mentalidad social la que determina que tales comportamientos son delictivos y merecedores de castigo. También las agresiones sexuales. Me pasa por las mientes que las impulsoras de la campaña, impregnadas de un enérgico buenismo redentor, caen en un cierto confusionismo conceptual.

Lo de que las fiestas son en muchos casos una represión para las mujeres por la hora de vuelta y la autocensura en el vestir refleja, desde mi particular punto de vista, una sesgada visión de la realidad. El mundo debería ser seguro; por supuesto, para hombres y mujeres. Pero no lo es. No lo ha sido a lo largo de la historia y es muy dudoso que por la acción de la voluntad humana, sean hombres o mujeres o ambos, a partir de ahora, y por la proclamación generalizada de su necesidad a través de leyes y campañas, vaya a serlo. La naturaleza humana tiene una variabilidad extraordinaria y fuera de la normalidad siempre se han presentado y siempre se presentarán conductas anormales y peligrosas para la mayoría. Y alguien en apariencia normal en determinadas situaciones puede convertirse en un monstruo. Es la presencia del mal. Hay que recordar que más de 800.000 mujeres alemanas fueron violadas por las fuerzas de ocupación de los aliados que lucharon contra el totalitarismo alemán. Y que a lo largo de toda la historia, el botín de los ejércitos vencedores siempre han sido el oro (la riqueza) y las mujeres. Es, pues, razonable pensar que unos padres responsables, sabedores de que muchas de las veces el mal surge de las profundidades de la noche, marquen una hora de vuelta. Si a eso quiere llamársele represión, sea, pero no existe educación sin señalamiento de los límites. Lo de la autocensura en el vestir como ejemplo de represión me parece un enfoque equivocado. No vivimos en la selva sino en sociedad. Y esta sociedad al formarse ha tenido que establecer unos mecanismos de convivencia (convenciones) para protegerse del mal. No somos Adán y Eva, aunque algunas personas parecen creer que con sus sermones vamos a vivir en el Edén. Una mujer podrá vestirse todo lo provocativa que desee, nadie se lo va a impedir, pero es de una ingenuidad angelical no pensar que lo "provocativo" significa que la acción de una persona así calificada puede desencadenar la acción no deseada de otra persona en cuyo ser no actúe la misma generalizada presión del límite. Otra cosa es, por supuesto, que las organizadoras de la campaña no conciban la mera posibilidad de "vestir provocativamente". Una ignorancia sin disculpa. No es una cuestión de autocensura o represión, sino de prudencia y sabiduría.

La señora Parrón afirma que "el alcohol sólo debe suponer unas risas y no servir para desinhibirse los agresores sexuales". Habrá que recordar a la directora insular que el alcohol se utiliza, como muchas otras drogas, no sólo para echarse unas risas, sino precisa y fundamentalmente para desinhibirse, tanto chicas como chicos como mayores. En muchos casos para flirtear, en otros para terminar en una relación consentida. En otros, una minoría, en una agresión sexual. Y, como en todo, los excesos, también con el alcohol, conducen a extremos dañinos, como el coma alcohólico en el que caen tantos jóvenes. Es posible que el abuso de alcohol conduzca a determinadas personalidades a la agresión sexual; dudo que pueda predicarse esto de la mayoría de personas. Algunas drogas, entre ellas el alcohol, desinhiben de la timidez o del temor al ridículo en la expresión del deseo, pero no anulan la conciencia de los propios actos ni de la vigencia de la moral al común de los mortales. Entre la minoría de los que viven de forma conflictiva las normas sociales, por supuesto que sí lo hacen. Porque es tan débil que es fácilmente vencida.

Parrón denunció la "trampa machista". El hecho de que las discotecas dejen entrar gratis a las mujeres no es un privilegio sino una trampa machista que se utiliza como un reclamo. Es, efectivamente, una trampa. Como el pescador que ata una sepia hembra a un sedal y va paseándola entre dos aguas para que la sepia macho se le acople y pueda ser atrapada. Es, otra vez, la naturaleza humana. Los chicos van donde las chicas. No hay clientes donde no hay chicas. ¿Es o no es lícito primar a las chicas paras conseguir a los chicos? ¿Es que no son conscientes las chicas de que se les utiliza como reclamo? Es una trampa, sí, pero no machista, no contra las chicas, sino contra los chicos, para hacer negocio, business. ¿Por qué deberían renunciar a la entrada gratuita? ¿Por qué renunciar a que te cedan el paso? ¿Por qué renunciar a tener prioridad en caso de naufragio? ¿Por qué no hacerlo al revés, una discriminación positiva para poner en su lugar a los chicos, que paguen las chicas y los chicos de gratis? Pues porque no funcionaría. Un chico va donde sabe que hay muchas chicas. Una chica no va donde sabe que hay muchos hombres. Todos los esfuerzos para que la igualdad legal de los sexos sea real serán productivos; todos los esfuerzos para conseguir la igualdad real de los sexos, inútiles. Hombres y mujeres somos diferentes.

Compartir el artículo

stats