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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

Animadoras gratuitas en la disco

El gobierno de Mallorca quiere acabar con la entrada gratis para las mujeres en las discotecas. "Es una trampa machista", describió con tino la directora general de Igualdad del Consell, Nina Parrón. Y sexista en relación a los hombres, tratados como simios cuando se les invita a aceptar mansamente la discriminación de rascarse el bolsillo a cambio de la garantía de disfrutar en un local lleno de chicas que danzan muy contentas porque han accedido por la cara. La oferta dirigida al público femenino no es una estrategia de ventas nueva, sino que viene del siglo pasado, cuando la carne escaseaba porque nosotras salíamos menos de marcha que ellos. Tal vez la inventaron por pánico a encontrarse una gigantesca pista llena de tíos que bailaban solos bajo la bola de espejos como en un vídeo de los Village People. O peor, de tíos que bebían tragos desolados en la barra jurándose no volver a pisar ese local aburrido. En mi pueblo no es que fuéramos muy amigos de las discotecas, que cobraban por la admisión y la copa cuando en los bares te daban lo mismo (música y alcohol) sin pasar por la taquilla. Pero cuando no quedaba más remedio establecíamos un fondo para pagar la mitad de la entrada de nuestros novios, y sanseacabó. La presunta promoción se mantiene porque en estos tiempos los coches aparcan solos y los teléfonos dirigen la vida social, pero hay una ideología que no ha evolucionado un ápice, y es la que considera a la mujer como un accesorio para el uso y disfrute de otros, que son los auténticos clientes a los que se quiere seducir y si es posible vaciar el bolsillo. Está bien que el Consell de Progreso abra este pequeño debate agosteño para que las jóvenes piensen si les sale rentable trabajar para las discotecas como animadoras gratuitas a cambio de una entrada. Pero no creo que la cosa vaya a más, puesto que la ley de Igualdad no contempla ningún tipo de control de estos descuentos, que se consideran políticas propias de negocios particulares. Así que si los empresarios no quieren, no hay nada que rascar, manda el libre mercado. Sería impensable que se ofreciera acceso libre a los blancos, pero no a los negros, o gratis a los homosexuales y apoquinando a los heteros, pero ya se sabe que en los asuntos de la mujer rigen otros parámetros. Más hormonales, o paranormales. Y si no lo ves claro, es que eres una desagradecida y una feminazi.

Puestos a patear avisperos, propongo que el Consell avance un paso más y acometa la meritoria labor de desterrar el reggaeton y sus diatribas machistas del ocio veraniego mallorquín. Tal vez se podría subvencionar a quien se comprometa a poner otra música, folk isleño por ejemplo, habaneras, death metal o lo que sea porque no hay tiempo de espera a una verbena, fiesta infantil o torrada popular que se libre de esa banda sonora, auténtica plaga bíblica que ha borrado del mapa al pop, al rock, al tecno y a todo lo demás. Quienes tienen la suerte de abstraerse de sus letras entre violentas y empalagosas, se pierden perlas del estilo de "esta potrona, te voy a ensillar", o "dale, pégala, socio, envuélvela" o "ponte en cuatro que la cosa se puso dura". Da pena ver a niñas pequeñas bailando hipersexualizadas unas canciones que se han apoderado del estío, "los celos mai no los detengo, quiero estar contigo", contoneándose como adultas. Como adultas de pole dance, quiero decir. Crecer con el runrún de semejantes mensajes tiene que pasar factura, te lo juro por Enrique Iglesias. No todo sale tan gratis total como la entrada de la discoteca.

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