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Juan José Millas

Tierra de Nadie

Juan José Millás

Nuestras hermanas

Estamos rodeados por la política y por los deportes. A veces consigue uno escapar al callejón de atrás de la realidad y fumarse un cigarrillo clandestino completamente a solas, sin que le lleguen los ecos de las medallas de oro y de los pactos zarrapastrosos. El cigarrillo y tú, solos, junto a los cubos de la basura y las ratas que recorren sus perímetros. ¡Qué poco dura un cigarrillo! Deberíamos inventar uno que durara toda la vida.

-Voy afuera a echar un cigarrillo -le dirías a la realidad, instalada en el salón de tu casa.

Y no volverías nunca. Nunca. Pasarías el resto de tu existencia en ese callejón mal iluminado, fumando sin cesar un cigarrillo que se consumiera al revés, o sea, que cuanto más lo apuraras más largo se hiciera. En las películas proyectadas marcha atrás, las colillas crecen en vez de consumirse. Todo esto del cigarrillo y del callejón era para evitar preguntarnos cuándo Rivera era más Rivera, si cuando decía que Rajoy no podía gobernar de ninguna de las maneras porque era el rey de la corrupción, o cuando acepta que puede gobernar aunque sea el rey de la corrupción. ¿Cuándo era más auténtico el líder de Ciudadanos? ¿Debemos creernos lo de antes o lo de ahora? En otras palabras, ¿deberíamos aceptar como normal que alguien que daba ánimos a Bárcenas y que recibió presuntamente sobres con dinero negro detente la presidencia del gobierno? ¿Deberíamos, como Rivera hace ahora, mirar hacia otro lado?

¿Debemos repintar de azul la línea roja que separaba la decencia de la indecencia? Cada día, cuando se expone una pintura clásica a los rayos equis, descubrimos que debajo del cuadro conocido había otro sobre el que el pintor realizó el que ha pasado a la historia. Eso no significa que el oculto fuera el peor, sino que tuvo mala suerte. Con frecuencia, la decencia tiene mala suerte y queda oculta por la flexibilidad, la responsabilidad o la simple caradura. No sabemos qué dirán nuestros descendientes cuando adviertan que debajo de la línea azul obscena había una roja virtuosa. Quizá se hagan fanáticos de un equipo de fútbol. O quizá se levanten cansadamente del sofá y salgan al callejón de la realidad a fumarse un cigarrillo clandestino en compañía de las ratas. Nuestras hermanas.

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