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Podemos: crisis en Galicia

Las siglas de Podemos han desaparecido de las elecciones autonómicas gallegas del 25S, después de que fracasasen las conversaciones con las Mareas, encaminadas a que el nombre de la organización estatal de Pablo Iglesias se mantuviese en el frontispicio de la opción de síntesis. En el límite de tiempo, el propio Iglesias tomó personalmente la decisión de aceptar esta derrota, lo que ha dejado a los pies de los caballos al secretario de Organización, Echenique, que viajó a Galicia para cerrar el pacto, y a Carmen Santos, secretaria general de Podemos en la región, también incapaz de cualquier acuerdo, finalmente obligada a pasar por el aro.

Es este un mal precedente para Podemos en Cataluña y en Valencia, donde como es conocido las confluencias, que disfrutan de una gran autonomía, tienen también una clara vocación territorial y no consideran ni mucho menos inamovible su teórica subordinación a los órganos de gobierno internos de Podemos. De hecho, su voluntad de mantener grupos parlamentarios propios, algo que ha resultado a la postre imposible por la propia lógica de las cámaras, pone de manifiesto que su deseo principal es dar voz al territorio en que se enclavan, más que participar en un proyecto colectivo de ámbito estatal.

En definitiva, Podemos no sólo tiene que ordenarse ideológicamente resolver la incompatibilidad entre ser transversal y de izquierdas sino también adquirir una estructura unitaria consistente y duradera que predomine sobre las peculiaridades territoriales.

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