No todos los récords resultan positivos. En la misma semana, la que hoy concluye, en la que Mallorca está alcanzando niveles residenciales y de visitantes nunca vistos hasta ahora, se están disparando otras estadísticas preocupantes por los índices de siniestralidad que comportan y el resultado fatal que tienen para la protección y el respeto de la vida humana.

En lo que va de 2016 ya han muerto en la isla tantas mujeres por violencia de género como en el peor año desde que se realizan estadísticas de este tipo de violencia. Por otro lado, con los constantes accidentes de tráfico registrados en los últimos días, esta semana también hemos conocido que Balears suma ya, a estas alturas de agosto, con 39 fallecidos, diez muertos más por siniestros en la carretera que en todo 2015. Hay un claro repunte de accidentes de tráfico con consecuencias preocupantes que, además, presentan un añadido preocupante: en muchos casos se trata de conductores que pilotaban su vehículo bajo los efectos del alcohol y otros tipos de drogas.

La misma descripción de los accidentes delata casi siempre sus motivaciones. El pasado fin de semana un joven de 19 años perdía la vida en la autopista de Llucmajor con una moto conducida por un menor de 17 años y que no se percató de la pérdida de su acompañante hasta sobrepasados tres kilómetros. Otro motorista ha muerto en la misma zona y también un conductor de 75 años tras colisionar dos coches en Sa Pobla.

Se registran, por otro lado, otro tipo de siniestros de gran espectacularidad, en bastantes casos vinculados al ámbito laboral y que, por fortuna, no han tenido consecuencias irreversibles. Pocos días después de que viéramos un coche precipitado al mar, un helicóptero de la Guardia Civil ha tenido que intervenir en el rescate de un conductor de una grúa que cayó por un acantilado, un camión volcó encima del mecánico que lo reparaba y un joven perdió el control de su vehículo que acabó en la planta inferior de la que quería estacionarlo en aparcamiento del hospital de Son Espases.

Resultaría demasiado simple atribuir tanta concentración de siniestros en tan poco tiempo a causas fortuitas o a la mera casualidad. Los hechos parecen demostrar que, especialmente entre los jóvenes y durante los fines de semana, hay un claro incremento de conductores que no prescinden del alcohol y hasta de otras drogas más drásticas, cuando cogen el volante. Las campañas de sensibilización y los constantes controles de alcoholemia que realiza la Guardia Civil de Tráfico no consiguen la prevención y el efecto disuasorio deseable. Se ha relajado de concienciación cívica en este sentido con unos resultados que, a la vista está, se han vuelto fatales y dramáticos.

Los accidentes laborales deben analizarse sin embargo con un añadido que habla de exceso de agotamiento del obrero, falta de protección, intrusismo abundante y una inspección de trabajo que carece de los medios suficientes para realizar su labor de forma eficaz. Los sindicatos y hasta las autoridades autonómicas dependientes de la conselleria de Trabajo lo han reconocido esta misma semana al ser consultadas sobre la repetición de accidentes laborales.

Resulta imprescindible regresar a los niveles descendientes de siniestralidad en todas sus facetas. La sociedad debe ser consciente de ello y los responsables del tráfico deben incrementar su labor para garantizar una conducción más segura en todos los aspectos, especialmente en puntas como la de este verano sobredimensionado. También habrá que dotar de mayor seguridad al medio laboral.