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Apagón informativo al terrorismo

"El hecho insurreccional es el medio más eficaz de la propaganda y el único que puede penetrar en los estratos más profundos de la sociedad". Las intenciones eran otras cuando los anarquistas italianos Carlo Malfiero y Errico Malatesta sentaron las bases ideológicas del movimiento libertario en su declaración en el congreso de Florencia de 1876 buscaban más bien la difusión del ideario socialista entre la población sin acceso a formación e incluso velaban porque la fórmula no "engañase ni corrompiese a las masas"; bendita ingenuidad decimonónica..., pero acabarían siendo la fuente en la que bebiesen los grupos terroristas que desde mediados del siglo XX llevan sembrando el pavor entre la población. A nadie se le escapa a estas alturas la íntima correlación entre terrorismo y propaganda; el primero es la prolongación de la segunda, y sin la segunda, el primero carece de sentido efectista y amplificador.

Es un axioma que maneja a la perfección el radicalismo islámico lo inició Al Qaeda y lo ha elevado a un perversa perfección el autodenominado Estado Islámico, potenciado en su crueldad por el eco gratuito de las redes sociales y la globalización de los medios de comunicación, que lo aprendió a sangre y fuego la Historia, esa diosa irónica y obstinada que se empecina en recordarnos incluso lo que nos quieren hacer olvidar de aquellos grupos terroristas judíos que entre finales de la Segunda Guerra Mundial y la creación del Estado de Israel regaron de cadáveres Palestina y Jerusalén. La fotografía del hotel Rey David derruido por las bombas de la Irgún de Menahem Begin (1946) o la de los dos sargentos británicos secuestrados, ahorcados y expuestos (1947) a manos de la misma organización les suena el método, ¿verdad? son propaganda terrorista en estado puro.

La insoportable presión que el EI está ejerciendo sobre Francia Toulouse (2012), Charlie Hebdo (2015), Bataclan (2015), Niza (2016) no sólo ha despertado la unidad nacional que nadie como los franceses sabe poner en práctica cuando de cerrar filas se trata, sino que incluso ha puesto de acuerdo a algunos de los principales medios de comunicación en el debate de cómo contribuir a la lucha contra un yihadismo que intenta poner a todo un país contra las cuerdas bajo la amenaza del terror indiscriminado. Y en ese contexto, han decidido no publicar las fotos de los terroristas para no contribuir a su "glorificación". El primero en abrir la caja de los truenos ha sido Le Monde, que ya hace tiempo decidió no dar publicidad a las carnicerías yihadistas: nada de cuerpos mutilados ni restos de sangre, siguiendo la estela de la prensa estadounidense que alcanzó su mayor autocensura durante los cruentos ataques del 11S. A Le Monde se han ido sumando otros como la BFMTV, la principal cadena de televisión gala, pero la medida ha encontrado resistencias evidentes y el debate entre los medios franceses es cada vez más profundo. Uno de los argumentos en contra mejor construidos lo ha dado el periodista de Libération David Thompson, especialista en asuntos yihadistas, quien ha recordado que el EI ya encuentra su mejor eco y glorificación en esas redes sociales que tan bien maneja y en la que beben sus futuros cachorros, intencionadamente ajenos a la prensa convencional y occidental.

La televisión pública francesa tampoco se ha sumado a la iniciativa porque considera que informar de atentados anónimos cometidos por personas anónimas algunos medios omitirán el nombre de los autores, publicarán sus caras distorsionadas o sólo facilitarán unas iniciales es la mejor manera de alimentar "las teorías del complot y la ansiedad social", en palabras del director de Comunicación del ente público galo.

La prensa española, con la amplia experiencia tristemente adquirida con la banda terrorista ETA, nunca ha cercenado el derecho a la información de la población. El Mundo y ABC acaban de pronunciarse: tampoco habrá autocensura contra el terror yihadista. Aquí sabemos mejor que nadie que no publicar imágenes de los atentados o fotografías identificando a los etarras no habría contribuido a una desaparición más rápida cercenar su financianción y socavar su sostén social sí fueron claves de la banda armada. La idea de utilizar en su contra esa necesidad intrínseca que el terrorismo tiene de parasitar a los medios de comunicación es buena, pero sólo será eficaz si se hace con inteligencia.

Por tanto, debemos seguir informando y difundiendo eso sí, con respeto hacia las víctimas y huyendo del impúdico e innecesario morbo, únicas premisas que deberían alimentar nuestra autocensura, porque, puestos a ocultar, sólo el apagón total sería realmente eficaz: ni una línea escrita, ni una fotografía, ni un segundo en televisión, ni un tuit. Algo no sólo inviable, sino tremendamente peligroso para la pervivencia de las sociedades democráticas y adultas que Europa ha logrado forjar a lo largo de siglos de sangre, sudor y lágrimas. Precisamente la esencia de aquello que pretende aniquilar el EI. No les hagamos el favor.

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