Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Marear la perdiz

Decía Aristóteles que sólo a través de la memoria los hombres forjan la experiencia. Una experiencia que deviene vital para no concurrir una y otra vez en los mismos errores. Para no quedarse encallado, es fundamental recordar qué nos ha ocurrido y tratar de buscar los porqués. Sólo así podemos aprender algo y mirar de seguir hacia adelante por otro camino en el caso de que nos hubiéramos equivocado. Si no es así, si no somos capaces de hacer un mínimo de autocrítica y pensamos que son siempre los demás quienes están equivocados, estamos condenados a una suerte de círculo vicioso porque jamás detectaremos los comportamientos propios que nos conducen a una determinada situación. Hacer como si no pasara nada ante una equivocación y tratar de que los demás lo olviden es, cuanto menos, ser un engreído que se cree más listo que sus congéneres.

Ha pasado un mes y medio de la Legislatura II después de Mariano. Teniendo en cuenta que la Legislatura I duró seis meses, no estaría de más que cada uno de los partidos empezara a analizar por qué seguimos exactamente igual que al principio. Como si fueran los españoles quienes se han equivocado al votar sin otorgar mayorías claras. Aunque solamente sea para no repetir las mismas conductas en la Legislatura III a la que nos encaminamos a velocidad de crucero. Nos dirigimos hacia ella con unos partidos encastillados en torres de marfil, convencidos de que son los otros quienes deben bajar de las suyas para ir a su encuentro. En unos casos más que en otros.

El PP sigue pensando que debe ser investido por la gracia de Dios. Cierto es que es el partido más votado con diferencia, pero parece olvidar que los diputados propios no le garantizan que pueda formar gobierno. En un mal momento le ha llegado la investigación como partido por la destrucción de los ordenadores de Bárcenas y obstaculizar a la justicia en su intento de descubrir qué hay de cierto en esa supuesta caja B. De Barclays, suponemos. Los populares parecen lejos de cualquier intención de acometer una renovación que afecte a todo aquel sobre el que pese una sombra de sospecha. Más bien pretenden que se olvide todo ello y echar la culpa a los demás de bloquear la situación. Su estrategia es no moverse demasiado. Puede que con razón piensen que unas terceras elecciones les colocarán todavía más cerca de la mayoría absoluta.

Podemos se ha quedado fuera de juego después del non-sorpasso que le ha borrado del mapa político y todavía no sabe por qué. Por su parte, Ciudadanos intenta hacer valer sus más escasos diputados para mejorar su posición en caso de una nueva cita con las urnas. Moviéndose entre populares y socialistas a ver por dónde consigue asomar la cabeza y arañar votos. El capítulo hilarante es para Convergencia. O como se llame ahora. Que vota en secreto por el PP para constituir la Mesa y luego amenaza con acudir al Constitucional por no obtener un grupo propio. El mismo Tribunal al que amenaza con desacatar si se opone a la voluntad de los catalanes. De algunos catalanes.

Capítulo aparte merece, una vez más, el PSOE. Para los socialistas, Ciudadanos -que en la Legislatura I era un partido de centro moderado- es ahora la derecha con la que debe pactar el PP para ver si ellos se abstienen. Podemos dejó pasar la posibilidad de un pacto de izquierdas, como si el PSOE no hubiera tenido que hacer algo por conseguirlo, si es lo que quería. La cuestión es no mojarse. No elegir entre dejar gobernar o intentar formar un ejecutivo con Podemos y los nacionalistas. Un nadar entre dos aguas que le hace perder escaños legislatura tras legislatura. Lo contrario al inmovilismo del PP, los socialistas parecen no estar cómodos en ningún sitio: ni en la abstención ni en el no a Rajoy. Como quien baila la yenca: izquierda, derecha, delante, detrás. Un, dos, tres.

Así que éste es el nivel. Una se imagina a los gurús de todos los partidos estudiando una nueva estrategia de persuasión del electorado consistente en una suerte de hipnosis colectiva para que olvidemos lo que ellos mismos decían hace solo unos meses. Para que pasemos por alto que ha tenido que pasar una legislatura en blanco y otro mes y medio para que el líder del partido más votado se reúna con los demás para intentar lograr una investidura. Para hacer como si no existieran cuestiones estructurales por resolver -como la insostenibilidad del sistema de las pensiones o los recortes que nos esperan en cuanto haya ejecutivo, sea del color que sea, y si no que se lo pregunten a los griegos- mientras asistimos a este vodevil. Y mientras la desafección de los votantes continúa: somos muchos los que ya no acudiremos a las urnas por tercera vez. Muchos otros lo harán sólo porque piensan que la situación puede empeorar todavía más. Sí. Seremos el hazmerreír de los países civilizados si hay unas terceras elecciones. Pero una empieza a sospechar que éste no es el mayor de nuestros problemas.

Compartir el artículo

stats