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Ya no hay límites

Los escarceos negociadores permiten valorar la flexibilidad de los partidos a la hora de ceder en sus programas originarios a cambio de apoyos. En concreto, el PP ha efectuado ya sustanciosas ofertas a sus teóricos antagonistas, Ciudadanos y PSOE; la última de ellas, la aquiescencia a la mitad de los 250 puntos programático que ambos partidos pactaron tras el 20D en su intento de investir al socialista Sánchez. Cuando hay interés, se aceptan las tesis ajenas con rapidez, sin empacho ni miramientos.

Las preguntas son obvias: ¿tan intercambiables son los programas de los partidos? Y si realmente hay tantas coincidencias, ¿de dónde proviene la dificultad de lograr consensos? Y otras más: ¿no será que en el fondo los partidos están dispuestos a prácticamente cualquier claudicación ideológica con tal de conseguir el poder?

Porque es inocultable la sensación de que lo que cuenta no es la cuestión trascendente de hacia dónde hay que dirigir al pueblo sino la mucho más prosaica de quién llevará las riendas. Lo realmente importante no es el camino sino el poder, que da rienda suelta a "la más humana de las pasiones", como decía Bertrand Russell. Humana pero insaciable, habría que añadir, sin que la democracia consiga a veces embridarla del todo.

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