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Joaquín Rábago

¿Ha alcanzado sus límites el comercio mundial?

Es la pregunta que se hacen muchos en vista del crecimiento de las tendencias proteccionistas y de otros fenómenos paralelos como el progreso técnico con inventos tan revolucionarios como la impresora en tres dimensiones. El gigante chino está en un proceso de difícil transformación que pasa por una ralentización del crecimiento al que ese país nos tenía acostumbrados y que era un auténtico maná para otras naciones exportadores de materias primas.

De un crecimiento de dos dígitos se va a pasar allí a sólo un 6,5% en el mejor de los casos y el país parece apostar ahora fuertemente por la demanda interior con un crecimiento de en torno al diez% de las marcas nacionales frente a sólo un 3% de las importaciones. De repente China parece tener demasiado de todo, terminales portuarias, aeropuertos, bloques de viviendas nuevas, muchas de ellas por cierto sin ocupar porque allí amenaza también una burbuja inmobiliaria como la que estalló en España.

El retroceso registrado por el comercio mundial, ése que tratan de vendernos en todas partes como motor de crecimiento y prosperidad, se deduce entre otras cosas de la caída de los fletes marítimos: las compañías que se dedican al transporte por mar han suspendido parte de sus servicios entre Europa y Asia. Países como Suráfrica, Malasia, Brasil y otros de Latinoamérica, grandes suministradores de materias primas a China, que se endeudaron en dólares para realizar las fuertes inversiones en proyectos extractivos se encuentran ahora con que los precios de aquéllas han caído por culpa de la saturación del mercado y la menor demanda.

Mientras tanto, China se dedica a prácticas de dumping con su acero, lo cual perjudica a otros productores, sobre todo los europeos, que quieren que la Comisión Europea acuda en su ayuda. Muchos Estados tratan de protegerse siempre que pueden mediante subvenciones a la industria nacional, el levantamiento de barreras aduaneras o el establecimiento de contingentes, como señala un estudio de la universidad suiza de St. Gallen.

Y, como nos recuerda el semanario alemán Der Spiegel, a la vez que crecen las medidas proteccionistas en todo el mundo, se producen grandes avances tecnológicos que pueden contribuir también a debilitar el comercio mundial. Uno de esos avances es la impresora en tres dimensiones (3D), que permitirán a las empresas de cualquier país fabricar productos directamente donde está la demanda sin que sea necesario importarlos de otras partes.

Las empresas de logística han visto ya el peligro que suponen ese invento para su negocio y algunas de las más importantes del sector como UPS, FedEx o DHL, buscan explotar ellas mismas esa nueva tecnología, adquiriendo las máquinas correspondientes para no perder el tren. Cuantos más se recurra para la producción industrial a los robots y a los ordenadores, más fácil será para las empresas fabricar en territorio nacional sin tener que depender de las importaciones, explica en la publicación Harvard Business Review el financiero Larry Fink.

Es decir que las mercancías no tendrán que ir de un lado para otro en grandes contenedores como viene ocurriendo hasta ahora, sino que ese tipo de tráfico será sustituido de modo creciente por flujos de datos digitales que viajarán por todo el globo a la velocidad de la luz.

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