El Partido Popular, con la aquiescencia del Partido Socialista y la oposición de Ciudadanos, hará posible que CDC, actualmente Partido Democrático de Cataluña, consiga grupo parlamentario en el Congreso de los Diputados, donde posee ocho escaños, a pesar de que no cumple el requisito, exigido reglamentariamente, de reunir el 15% de los votos en todas las circunscripciones en que se ha presentado. De hecho, CDC ya tuvo el gesto de respaldar subrepticiamente las posiciones populares en la mesa del Congreso. La trampa que se va a cometer tiene sentido desde el punto de vista político: no es deseable que el nacionalismo catalán sólo se exprese políticamente en el Parlamento español a través de ERC, cuando existe otra formación, teóricamente más moderada, que reúne más escaños.
Pero ese favor, que después de todo es una violación de la legalidad vigente, sólo se justificaría en cierto modo si las fuerzas políticas estatales, y especialmente la mayor de ellas, estuvieran dispuestas a aprovechar el buen clima resultante para emprender una negociación seria, profunda y solvente que atacara el conflicto existente entre la autonomía catalana y el Estado español mediante propuestas valientes y resolutivas. Fortalecer al nacionalismo sin aportar la materia negociadora es, simplemente, darle alas para la independencia. Es tan obvio que produce sonrojo reflejarlo.
