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JOrge Dezcallar

Atentados

E domingo pasado escribí que era un despropósito el atentado en el tren alemán en el que un joven refugiado afgano había herido a varios chinos de Hong Kong al grito de Alá es grande. Y aunque lo sigo pensando, hoy también pienso que aquella tragedia forma parte de un plan maestro bien diseñado en el que se insertan también otros atentados cometidos por gente solitaria o con inestabilidad mental.

No hay que excluir el efecto imitación por el que una persona se ve inspirada para obrar en las acciones previas de otra a la que no conoce. El ejemplo más próximo es el del ex sargento que dispara en Baton Rouge y mata a tres policías después de ver la masacre cometida en Dallas por otro afroamericano que quería vengar las muertes de ciudadanos negros por parte de policías blancos. Ambos tiroteos se produjeron con pocos días de diferencia y es difícil no pensar que uno se inspiró en el otro. Esperemos que "la moda" acabe aquí y no haya más repeticiones y que tampoco haya más jóvenes negros que mueren a manos de la policía en los EEUU.

Pero cuando en año y medio llevamos en Francia más asesinados por terrorismo (250) que en los terribles atentados del 11-M en Madrid, en un reguero que comenzó con la muerte de los dibujantes de la revista satírica Charlie Hebdo y el supermercado parisino de comida kosher, continuó con la noche infernal de la sala de fiestas Bataclán, pasó por un empresario degollado y ha tenido su último episodio en el conductor asesino de Niza... cuando todo esto pasa en el mismo país no hay que pensar que sucede por casualidad.

Igual que tampoco creo que sea casual la repetición en muy poco tiempo en Alemania de graves problemas relacionados con refugiados del Medio Oriente, como ataques sexuales junto a la estación de Colonia, el atentado contra chinos en el tren, el del centro comercial en Munich, el del que mató a una mujer con un machete y el último, esta misma semana, junto a un festival de música en Ansbach. Serán desequilibrados, actuarán por motivos pasionales... lo que ustedes quieran. Pero todos son refugiados o descendientes de refugiados. Y todos se producen en Alemania.

El hilo conductor es diferente pero en ambos países hay elementos comunes: en Francia los cometen franceses de origen árabe y parecen dirigirse contra gentes que se divierten (Bataclán, Niza) o que trabajan en divertir (y hacer pensar) a otros, como en Charlie Hebdo. En Alemania los cometen refugiados que en su mayoría acaban de llegar al país al amparo de la generosa política de acogida de la canciller Merkel. Y en ambos casos se dirigen contra dos países que son el corazón de Europa y que tienen liderazgos acosados que enfrentan elecciones en un plazo breve de tiempo. Hollande tiene una popularidad del 12%, todo un récord en cualquier latitud y sus políticas económicas (a mi juicio bien encaminadas y necesarias) han levantado formidables protestas de sindicatos conservadores que parecen no entender que el mundo ha cambiado, que el proteccionismo no es solución y que defienden más a los que ya tienen trabajo que a quiénes lo están buscando. Hollande enfrenta el año próximo unas elecciones con enemigos tan fuertes como Le Pen, Juppé, Sarkozy o Macron, surgido de las propias filas socialistas. Todos critican sin piedad las políticas de Hollande-Valls y, en particular, su política anti-terrorista que a pesar del estado de excepción no parece capaz de frenar a unos asesinos que han nacido en Francia y que eligen en cada ocasión qué atacar, cuándo y cómo hacerlo.

En el caso alemán, el punto más débil de Angela Merkel ha sido su generosa política de brazos abiertos hacia refugiados que huían de las tragedias que la guerra ha provocado en Siria y Afganistan, principalmente. La política de Merkel, noble, humanitaria y altruista, ha sido muy criticada en otros países europeos que afirman que ha provocado un "efecto llamada" y que luego se han apresurado a levantar vergonzosos muros al paso de estos refugiados y a rechazar las cuotas que trataba de imponer la Unión Europea. Pero Merkel también ha sido muy criticada en la propia Alemania dentro de su propio partido y por grupos nacionalistas y xenófobos (Pegida, Alternativa por Alemania..) que ven en esta política el talón de Aquiles de la canciller. Por eso son frecuentes los ataques contra centros de acogida de refugiados.

Los partidarios del Estado Islámico no pueden dejar de aprovechar estas debilidades, al mismo tiempo que las fomentan. Todo son ganancias para ellos: devuelven los golpes que les propinan los bombardeos de la coalición internacional, elevan la moral de sus combatientes, crean desconfianza dentro de Europa contra refugiados y contra ciudadanos árabes o musulmanes, excitan el sentido identitario de los sectores más marginados entre estos últimos y, en definitiva, tratan de romper el corazón de Europa alejándonos de los valores que nos son más queridos y que nos han hecho lo que somos. Esa es sin duda una forma de debilitarnos. Otra es llevar agua al molino de fascistas como Pegida o el Front National.

Por eso, como saben el camino y ven que les da buenos resultados a un coste irrisorio, me aventuro a pensar que estos atentados van a continuar sean cuáles sean las razones de quiénes los lleven finalmente a cabo. O que, al menos, el Estado Islámico va a intentar que continúen. Ojalá que los servicios de Inteligencia y de Seguridad logren impedirlos.

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