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Antonio Papell

El PSOE ante la investidura

El PSOE, reducido a la menor dimensión de toda la etapa democrática con apenas 85 escaños y en absoluto dispuesto a alcanzar entendimiento alguno con Unidos Podemos, desea ubicarse en la oposición al gobierno en la próxima legislatura para reconstruirse internamente y tratar de recuperar a medio plazo la posición hegemónica que ocupó. En principio, esta actitud es plausible, dada la evidente incompatibilidad con la coalición Unidos Podemos en la que, por obra de Julio Anguita, ha ingresado Izquierda Unida y tras la "traición" de Iglesias a Sánchez cuando aquél declinó apoyar la coalición formada por el PSOE y C's tras una negociación fructífera que había concluido y que, de haberse implementado, hubiese llevado al líder socialista a la Moncloa.

Ahora bien: esta actitud de los socialistas no debería significar que renuncian a participar activamente en el inmediato proceso político, valiéndose de la oportunidad que les brinda la exigua mayoría de la fuerza mayoritaria, el PP, y su dificultad para cerrar acuerdos, en parte por razones políticas, en parte también por efecto de la historia de corrupción que los populares arrastran y que hace muy difícil cooperar con ellos en cualquier designio.

Para lograr su objetivo, Pedro Sánchez ha impulsado con entusiasmo el entendimiento entre las fuerzas afines de la derecha, que suman en teoría 182 diputados (PP+C's+CDC+PNV), lo que haría innecesaria la abstención del PSOE en la hipotética investidura de Rajoy al frente de semejante amalgama. Como es conocido, la fórmula tropieza con la resistencia de C's (agravada por el llamativo amago de entendimiento entre el PP y el nacionalismo catalán el día de la constitución de las cámaras) y con los recelos de las formaciones periféricas, que al menos antes del referido amago no parecen precisamente propensas a apoyar a Rajoy en su afán presidencial.

No hay duda de que si Rajoy se alza con una "mayoría suficiente", el PSOE podrá desarrollar su papel de oposición, en competencia con Unidos Podemos, Pero, a simple vista, parece que aún sería más conveniente para el PSOE la otra fórmula de gobernabilidad, que es la que Rajoy acaba de admitir y que consiste en un gobierno monocolor del PP en minoría y basado apenas en sus 137 diputados. En estas condiciones, los socialistas podrían modular su oposición entre márgenes mucho más amplios, que irían desde la participación abierta en las grandes reformas hasta la oposición en casi todo lo demás. Parece existir un amplio consenso sobre la necesidad de proceder a una reforma constitucional (que incluya la revisión del modelo de organización territorial y de su financiación), a una reforma de la ley electoral y a la elaboración de un gran pacto educativo; todas estas empresas, que requieren un consenso cercano al fundacional al que se logró en el periodo constituyente, podrían abordarse con gran soltura en una legislatura con un gobierno en franca minoría.

En nuestro sistema parlamentario, la oposición desempeña un papel muy poco lucido cuando el gobierno posee mayoría absoluta o está al borde de ella. En cambio, con un gobierno en minoría, que además es difícil de descabalgar porque para hacerlo hay que enjaretar una moción de censura constructiva es decir, que incluya un candidato alternativo, los márgenes de la oposición son ilimitados.

En definitiva, quizá una reflexión más intensa llevaría a C's y al PSOE a impulsar conjuntamente la formación de ese gobierno al que ya ha accedido Rajoy por anticipado. El Rey podría también abonar esta posibilidad, que requeriría tan sólo que las cúpulas del PSOE y de C's explicase bien a sus bases lo que pretenden. Seguro que los electores respectivos darían en este caso su plena conformidad.

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