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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Es el Congreso, estúpido

Para presidente del Gobierno sirve cualquiera, basta remitirse al palmarés de titulares del cargo citado. En cambio, se requiere un genio napoleónico...

Para presidente del Gobierno sirve cualquiera, basta remitirse al palmarés de titulares del cargo citado. En cambio, se requiere un genio napoleónico para pastorear el guirigay parlamentario con la fecundidad mostrada por Abril Martorell, o por Alfonso Guerra y Rubalcaba antes de volverse ecuánimes. El problema de la legislatura abortada de diciembre, que permanece vigente después del 26J, es el control de un Congreso en el que ha descarrilado el bipartidismo. La agonía ya duplicada de sellar los nuevos pactos de La Moncloa para coronar a un primer ministro es apenas una broma, por comparación con la amalgama de 350 diputados.

En política, ni siquiera se debe plantear si hay que vender el alma al diablo, solo se debe discutir el precio. Sin embargo, el concepto elusivo del objeto en venta obliga a recordar que el ánima de la legislatura reside en las cámaras. Es el Congreso, estúpido, en la documentación protocolaria del 26J no aparecía la palabra Gobierno. El sueño de Rajoy consiste en regresar al menosprecio parlamentario de 2011, rubricado con la célebre ley "que se jodan". Sin embargo, el mal está hecho. Los esfuerzos ingentes para bloquear el acceso de Podemos al ejecutivo no impedirán que sus diputados rodeen el Congreso por dentro. Cada votación será un calvario.

Rajoy intenta anular cualquier propuesta de debate ante la cámara o ante las cámaras con su legendario "venga, que hay fútbol". Sin embargo, solo ha cautivado a uno de cada cinco españoles, fórmula que se traduce en un Congreso respondón. El presidente en funciones no sabe qué hacer con una discusión. No por su ansia de ganarla, sino porque paradójicamente le encanta dar la razón a su interlocutor. Tampoco el país en su conjunto parece adiestrado para la recuperación del protagonismo parlamentario, después de una legislatura en que los diputados con algo que transmitir debían desplazar el foro y el foco a los medios de comunicación. La auténtica batalla se libra en el Parlamento, aunque el Gobierno no viene mal para distraer a la afición. Un estadista necesitaría desplegar todo su magisterio para liderar el mosaico resultante del 26J. ¿Hay alguien ahí?

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