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JOrge Dezcallar

Solón y Pericles

Con esto de haber ganado la Copa de Europa de fútbol, los portugueses están que se salen y los medios lisboetas no paran de publicar cosas sobre los nuevos héroes nacionales. Como que Ronaldo viaja con un fisioterapeuta español para cuidar su musculatura, que el portero Rui Patricio lo hace con un hindú que le da fuerza mental para parar penaltis y que Eder, el autor del gol del triunfo en la final frente a Francia, tiene una psicóloga que le ayudó a no dejar el fútbol y a balancear una autoestima muy sometida a sobresaltos. Me parece una idea estupenda y me gustaría que hicieran lo mismo nuestros políticos, aunque sus magros sueldos no facilitan estos dispendios en musculación física y mental. Desgraciadamente, la política no atrae hoy a los mejores, aunque reconozco el mérito de quiénes trabajan por la cosa pública por poco dinero, que no roban y que aspiran a mejorar nuestra convivencia de acuerdo con sus convicciones e ideales, igual que desprecio a los que se quitan de en medio cuando se hunde el barco que han pilotado con mano firme hacia los arrecifes, como acaban de hacer Cameron y Farage. Pero sería estupendo que nuestros políticos tuvieran asesores en honradez, en sentido común, en ética del trabajo... ¿Imaginan a Rajoy aconsejado por un monje tibetano vestido con una túnica color naranja? "El señor presidente interino está levitando", nos diría un ujier ceremonioso con un guiño de complicidad en la mirada... Desgraciadamente, los políticos parecen preferir los "asesores lúdicos". Me explico.

Se dice que los emperadores romanos ofrecían a la plebe fiestas de más de cien días de duración con comida y bebida gratis, con teatro, danzas y gladiadores. Así calmaban al pueblo mientras mangoneaban a placer. Con las invasiones bárbaras se perdió también, entre otras muchas cosas, esta muestra de refinada crueldad que ha sido recuperada siglos más tarde entre nosotros y hoy seguimos en tiempo real los torneos de Roland Garros y Wimbledon, carreras de coches y de motos, campeonatos de fútbol en Europa y América y, sin apenas tiempo para acomodar los cojines del sillón ni aliviarnos las agujetas, nos damos de bruces con los sudorosos ciclistas del Tour para desembocar sin resuello en los Juegos Olímpicos de Río, que ya están a la vuelta de la esquina. Y la misma función cumplen fiestas populares encadenadas como las Navidades, las Fallas, la Semana Santa, la Feria de Sevilla, los Sanfermines, los innumerables festejos de moros y cristianos.... Y por si no bastaran, en Mallorca las importamos, incluidas algunas de tan honda raigambre española como Halloween y Octoberfest. ¡Solo nos falta la Tomatina de Buñol, que cualquier día nos traerá algún empresario desaprensivo para enriquecer la refinada oferta lúdica del Magaluf, que tanto contribuye a la buena imagen de la isla en el extranjero!

Todo esto nos mantiene distraídos, discutiendo de alineaciones y resultados, mientras nos cae una lágrima furtiva de alivio al ser informados por el telediario de que Del Bosque y Casillas han hecho las paces, sonreímos al ver que Errejón le tira a Iglesias de la coleta, o nos indignamos con el sueldo del peluquero de Hollande, que nadie diría que lo tiene. Por no hablar del debate sobre las deudas de Messi a la Hacienda pública, que algunos culés quieren ver como un ataque a su equipo, o del entretenido espectáculo que nos ofrecen los nacionalistas catalanes con números más difíciles cada día. Parecen el Circo del Sol.

Sé que estamos a mediados de julio y eso no ayuda porque quién más y quién menos ya está pensando en la playa, pero eso no debería aplicarse a políticos que llevan de vacaciones (pero cobrando) desde finales del año pasado sin hacer un gobierno, sin aprobar un presupuesto, o dejando de asistir a muchas reuniones internacionales. A Rajoy, como líder del partido más votado le corresponde poner sobre la mesa un programa de gobierno detallado y sólido sobre el que los demás partidos opinen, argumenten su aprobación o rechazo, y eventualmente definan a su vez los cambios y condiciones que podría exigir su respaldo. Porque ni se puede pedir apoyo sobre generalidades, ni tampoco es serio seguir amenazando con tanta línea roja apriorística o con irreales llamadas a coaliciones de izquierdas reñidas tanto con la aritmética como con los principios, que sorprendentemente todavía engatusan a algunos.

España necesita una reforma constitucional, acuerdos transversales sobre temas tan importantes como la educación o la reforma laboral, enfrentar con seriedad el problema de las pensiones, reformar los partidos políticos para hacerlos más transparentes y cercanos a los ciudadanos, acabar con la corrupción, encontrar dinero para mejorar la sanidad publica e invertir en I+D y al mismo tiempo controlar el déficit, decidir qué Europa queremos y qué papel tener dentro de ella... Son muchas las cuestiones importantes que nos escamotean con tanto pan y circo, porque sospecho que hay muchos en política que no tienen ni idea de qué hacer en todos estos asuntos. Lo fácil es el fútbol, la anécdota, la descalificación, la vaguedad, la falta de ideas y las líneas rojas. Pero es lo que hay, al menos hasta que la política atraiga otra vez a gentes como Solón y Pericles... o hasta que les pongamos asesores adecuados.

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