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Jose Jaume

Company y Sagreras, los 'regeneracionistas'

Fue Madrid quien apioló a Gabriel Cañellas, porque no podía ser "una piedra" en el camino de Aznar hacia Moncloa; ha vuelto a ser Madrid quien...

Fue Madrid quien apioló a Gabriel Cañellas, porque no podía ser "una piedra" en el camino de Aznar hacia Moncloa; ha vuelto a ser Madrid quien aparentemente ha liquidado a José María Rodríguez, al no considerar digerible, pese a las inmensas tragaderas que exhiben los populares, las vinculaciones que éste ha tenido, según el auto judicial, con la mafia policial de Palma. Caído Rodriguez, con él sus peones: Gijón, Fernández, Ferrer, entre otros, rápidamente los llamados a "regenerar" el partido, es decir, los amigos de Company, se disponen a tomar la sede vacante. La secuencia es la siguiente: descabalgado Rodríguez, que era el pétreo contrafuerte, al alcalde de Campos, Sebastián Sagreras, más conocido por ser hijo de quien es, se le aupa a la secretaría general. Vidal, el presidente interino, le hace un favor a su amigo Company al apartar a Ferrer, quien exhibió sus credenciales para desempeñar el cargo al ser capaz de convertir en mártir de la libertad de expresión a la exdiputada Aina Aguiló. Ahí es nada: Sagreras número dos del PP balear. El alborozo, del sector autodenominado regionalista es total: están a punto de lograr sus objetivos, enviar al ostracismo a los rodriguistas. La deplorable imagen de José María Rodríguez les es de mucha ayuda. Company puede aparentar una imagen de moderación y renovación imposible para el descabalgado presidente del PP de Palma. Preguntémonos si se corresponde con la realidad, si Company y Sagreras son la renovación o, como no pocos malician, el retorno de los viejos buenos tiempos, los que permitían hacer y deshacer a su antojo a quienes disimulan más bien poco su convicción de que Mallorca es susceptible de ser urbanizada de uno a otro confín. Las biografías de Company y los Sagreras permiten abundar en lo dicho: el exconseller de Agricultura se distinguió en su etapa gubernamental por auspiciar una legislación permisiva en suelo rústico. Con el mendaz argumento de que había que insuflar aire a la alicaída payesía, lo mejor era mirar hacia otra parte ante los desmanes urbanísticos que se pudieran perpetrar. La filosofía de Company es muy clara; en el fondo no engaña a quien no quiere ser engañado: liberalismo a ultranza, desregulación, ausencia de controles, posibilitar que los promotores encuentren el campo abonado. En el empeño, cómo no, cuenta con el apoyo entusiasta del alcalde de Campos, a quien sus declaraciones delatan. Si de ellos dependiera, es Trenc tiempo haría que luciría una magnífica urbanización a no demasiados metros de la zona de máxima protección. Company y Sagreras son lo que son. Representan lo que representan. Los que en el PP han de decidir, cuando Madrid, siempre Madrid, les autorice a hacer su congreso, a los que han de llevar la dirección del partido, mejor que tengan claro a quiénes escogen. Si optan por Company han de saber a lo que se exponen, hasta dónde puede llevarles el hombre que siendo conseller de José Ramón Bauzá maquinó en su contra. Eso sí, siempre procurando que no se le notara en exceso. No están tan lejos los tiempos en los que Matas juraba lealtad a otro presidente, Soler, para, al día siguiente, traicionarlo sin miramientos.

Pero no demos por fenecido a José María Rodríguez. No demos por hecho que su poder se ha diluido. Cierto que el golpe recibido es durísimo. Falta saber si será el definitivo. Dependerá de lo que decida el juez instructor del caso de la mafia policial. Si el magistrado Penalva le imputa imponiéndole medidas cautelares, las cosas se pondrán francamente mal para los rodriguistas, que probablemente dejarán de ser un grupo cohesionado para pasar a dispersarse en busca de mejor cobijo. De no llegar la estocada mortal, que nadie ponga en duda de que Rodríguez, que ha sobrevivido a todo y a todos, todavía podrá dificultar los planes de Company. En la jornada electoral del 26 de junio pudo vérsele de colegio en colegio controlando lo que sucedía. A Rodríguez solo pueden fulminarlo con un auto judicial contundente. Si es obligado a marcharse de verdad, los Gijón, Fernández, Ferrer y demás integrantes del búnker palmesano dejarán de existir. Por sí mismos no son adversarios para nadie en el PP.

Volvamos a Company: ¿Qué quiere hacer del PP balear? Es la pregunta que nadie en el partido hegemónico de la derecha mallorquina es capaz de responder, porque nadie sabe dónde quiere ir. Se dice que buscará una rápida entente con El Pi de Font y Melià, que hará buenas migas con Ciudadanos. También se afirma que pugnará por el retorno a la casa del padre de los díscolos Font y Pastor, quienes, en el fondo, nunca han dejado de ser los hermanos separados. Al beber unos y otros de las fuentes del regionalismo no hay razones de peso para que el alejamiento se mantenga. De tal suerte Company se presentaría en el congreso del PP como el unificador, el pacificador y el regenerador. El trípode ideológico supuestamente invencible con Company como único dirigente capaz de encarnarlo en plenitud, escoltado por el abnegado Sagreras, el alcalde que contra todos los elementos lucha por la prosperidad de su pueblo, al que siempre se le ha vedado el acceso a los bienes que derraman las promociones urbanísticas.

Así pues, la presunta connivencia de José María Rodríguez con la mafia policial es el vector que los regionalistas de Company aguardaban para encaramarse sólidamente a la dirección del PP balear. Si el exconseller de Agricultura de José Ramón Bauzá es elegido presidente del partido puede augurarse que están por escribirse páginas inéditas en la historia de Balears. En el caso de que además se instale en el Consulado del Mar, vivienda por la que viene suspirando desde los tiempos en los que utlizando Asaja le montaba tractoradas al pusilánime Antich justo a la vera del noble edificio, lo que está por venir puede superar el más estrambótico de los sueños.

No se sabe si Biel Company será el elegido para la gloria. Sí existen algunas certezas de que con él volverán algunas añoradas prácticas de antaño. Cierto que los tiempos son otros, pero las viejas querencias nunca se desvanecen por completo. Con Company tendrán una oportunidad de oro para hacer acto de presencia.

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