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Norberto Alcover

PSOE, el final de la escapada

Desde la derrota de González frente a Aznar, el socialismo español apenas ha levantado cabeza. El paréntesis protagonizado por Rodríguez Zapatero apenas tuvo relevancia ideológica, de tal manera que acabó en males superiores a los anteriores, dígase lo que se diga precisamente ahora, cuando Iglesias iconiza al hombre de la sonrisa adolescente como el mejor aval de los sucesores del otro Iglesias. Son muchos años de renquear socialdemocracia en busca de su propia definición, y muy específicamente en estos momentos en que se enfrenta a tres cuestiones sustanciales: qué hacer ante el envite de los populares apenas con tiempo para decidir: cómo autoproclamarse de izquierda pero evitando caer en las redes de los radicales; y sobre todo, cómo elegir entre oponerse, de cara a la próxima legislatura, a Rajoy o permitir que éste gobierne España con un mínimo de viabilidad histórica. De la respuesta que proporcione el socialismo español a este triple rompecabezas, depende nuestro futuro inmediato y por supuesto a medio plazo.

Rajoy, como ya escribí el jueves pasado, ha vendido en las urnas. Ahora toca a quien represente al PSOE vencer a sus demonios y tomar decisiones positivas para el partido pero sobre todo para España. Nadie lo tiene fácil, pero todos contemplamos la situación con una mirada fija, hoy día, mucho más en los socialistas que en los demás. Escribí que hay que tener fiabilidad en la victoria pero también en la derrota. Muchos me han dicho que piensan lo mismo, y son votantes del PSOE que preside un Sánchez sin fundamento. Repetimos que con poquísimo tiempo para decisiones del todo relevantes.

Dentro de dos días se reunirá el Comité Federal para analizar la situación, y mucho más tarde tendrá lugar un Congreso otoñal, si no se han precipitado las cosas y se debe de adelantar por razones que cualquiera puede imaginar de antemano. Pero lo que importa es que el socialismo español, sin dejar de ser una socialdemocracia, que ahí está la médula del caso, se autodefina como quien sea capaz de apoyar en este momento el resultado de las recientes elecciones para no instalarse en una queja vacía que la llevaría al terreno de los podemitas, advirtiendo que en fecha posterior podría tomar medidas parlamentarias y discurriría por su propio camino? pero con las ideas clarificadas, un liderazgo potente y el colectivo cohesionado. Alterar o pretender alterar el orden de las cosas solamente traería consigo una debacle interior del PSOE y a la media una crisis de antología, mientras los radicales ganarían el terreno pedido por los herederos de aquel González que sí hacía lo que quería con seguridad y eficacia, hasta que se autodemolió.

¿Olvido la posibilidad de una alternativa de PSOE y Podemos, además de otras fuerzas todavía más a la izquierda? En absoluto. Pero tengo la percepción de que ningún militante sensato del socialismo español opta por una solución que rompería por en medio el partido y ahondaría su indefinición, obnubilados por un rentismo inmediatista, además de jugar la peligrosa carta de una apuesta por una España al margen de Europa, susceptible de reeditar aquellas esperanzas griegas que parecemos haber olvidado. No se trata en absoluto de demonizar las intenciones de Iglesias del todo descolocado por el palo electoral, antes bien de trabajar para que el PSOE se busque tiempo de reflexión y no caiga en precipitaciones por las que pagaría un precio incalculable. Podemos tiene su espacio, el apoyo de un buen número de votantes bastante jóvenes, una capacidad llamativa para vender su producto, pero fueron muchos quienes han decidido no aumentar su poder por la sencilla razón de que no acaban de fiarse de las consecuencias. No es miedo, como quieren vender. Es, ni más ni menos, una larga experiencia histórica de muchos españoles que vivieron la prolongada y compleja transición del totalitarismo a una democracia que ahora se desea desvalorizar por razones ideológicas. No es positivo desvalorizar lo que todavía se sostiene sino de inculturizar tales valores en una realidad diferente pero en tantísimas cuestiones semejante. Porque es muy fácil salirse de un territorio, pero nunca se sabe cómo te lo encontrarás al pretender volver. La historia es un viaje de ida y vuelta. Ulises no lo sabía? pero lo intuyó al cabo.

Por supuesto que, cuanto he escrito ya estaba inscrito en el artículo anterior, pero puede que de manera subterránea. He querido ampliar la meditación política por la sencilla razón de que estos son momentos de autodefinición pública, corriendo el riesgo de equivocarse tanto en la analítica como en la, perspectiva. Y es que a uno, machacado por tantas vueltas y revueltas del camino, lo único que le importa de verdad es este viejo país, que bien merece nuestro respeto y trabajar al servicio de su permanencia histórica. Otras actitudes serán más atractivas y presentistas pero en absoluto válidas a medio plazo. Y puede que en el hoy dominante se nos abra esa senda tan peligrosa que se llama "dejar pasar", para acabar por quejase más tarde sin haber expuesto nada de nada. Como suele suceder.

En fin que, nuestro socialismo se encuentra "al final de la escapada", según reza la siempre referencial película del gran Godard. Quienes lo conducen verán lo que hacen, pero deben de tener muy presente que, en la lejanía, otros contemplamos sus decisiones con lupa, convencidos de que pueden superar la prueba. Otra cosa es que tengan lo que hay que tener para conseguirlo. Damocles está ahí.

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