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Enseñar idiomas en medios públicos

Los mediocres resultados docentes en este país estimulan cíclicamente la polémica al respecto y sin embargo, en mi opinión, creo que se desperdician en buena parte las posibilidades que brindan los medios audiovisuales de preferencia la televisión, aunque no excluya la radio para promover y mejorar el conocimiento en distintas áreas.

El aprendizaje no se restringe a las aulas ni es privativo de determinada edad. Si se pretende facilitarlo a un amplio colectivo, a cualquiera con interés en ampliar su bagaje, habrían de arbitrarse los oportunos medios y la controversia crece cuando quienes tienen la responsabilidad de promover el mejor acceso a la enseñanza continuada, no tienen claro el cómo y, lo que es aún peor, el porqué. De ser instados a actuar, las decisiones suelen pecar de coyunturales a pesar de que Wittgenstein, el filósofo, lo tuviese claro desde tiempo atrás: los propósitos deben renovarse, alimentarse, y es mejor caer muerto por el esfuerzo que reventar lamentándose.

Por ejemplificar, no hay modo de escapar del fútbol en fin de semana y, en contrapartida, ahí tienen el aprendizaje de idiomas, fundamental en ciertas profesiones, aconsejable para todos y motivo de posiciones encontradas en nuestra comunidad. No me refiero aquí, como apunta el título, al papel de la escuela, sino a los medios para la mejora global de las competencias, siquiera en inglés ¿apostar también por algún otro? y máxime en un ámbito donde la afluencia turística nos aboca a una babel idiomática que debiéramos enfocar de mejor modo. Quizá el problema fuese menor de haberse extendido el esperanto (aunque el monolingüismo, a expensas de la diversidad, acabe también por anular los reductos de belleza que atesora cada idioma), pero en las actuales circunstancias no cabe alinearse con Santo Tomás de Aquino y su convicción de que "allí donde hay muchas lenguas no se puede gobernar bien": basta con mirar desde Venezuela a Corea del Norte pasando por Siria, monolingües hasta donde sé. Así pues, admitamos que ampliar el repertorio idiomático multiplica la comprensión, amplía los horizontes y es, en este mundo crecientemente globalizado, del todo aconsejable.

Bajo esa óptica convendría, sabido del traído y llevado TIL, las carencias en profesorado cualificado o unas escuelas a horario fijo y que no cualquiera puede costearse, plantear si acaso los medios de difusión y aludo en principio a los que pagamos todos no deberían ofrecer, a más de las habituales catequesis y entretenimientos sin otro objetivo que ayudar a pasar el rato (fútbol y cocina), cursos para el inicio o mejora de aptitudes varias y, entre ellas, opino que los idiomas habrían de ocupar un relevante nicho, teniendo buen cuidado en diversificar la oferta, los horarios y el soporte para hacerla atractiva, lo que en la actualidad se echa en falta y cualquiera de ustedes puede comprobar. Hasta hace poco, la segunda cadena emitía un curso de inglés a las 8 horas y, tras suspenderse hace poco, ahora hay otro a las 6:30 horas. Ignoro el porqué de tal horario y naturalmente que la mayoría podrá grabarlo (caso de acordarse día tras día) para seguirlo a conveniencia; no obstante, es inadecuado para principiantes o niños y, su planteamiento, cuestionable. Por lo demás, hay temporadas en las que no hay oferta alguna en las principales cadenas y ni les digo si se trata de otros idiomas.

Por lo que hace a la inversión necesaria, no se antoja un escollo insalvable para quienes han estado pagando millones a Belén Esteban o Bertín Osborne, por un decir. Cuando existe voluntad se encuentra siempre un camino, de modo que las carencias y esa cicatería en proporcionar instrumentos para iniciarse en determinado saber o consolidarlo, y no sólo el idiomático, dice poco y mal de los gestores. Hay cadenas, radio o televisión y operativas merced a nuestros bolsillos, que no ofrecen asidero alguno para la mejora, cuando sería sencillo y barato ofrecer a niños y adolescentes dibujos animados; juegos varios en versión original y diseñados para la progresiva mejora en el idioma en cuestión, lo que no es el objetivo cuando acuden a la tablet en busca de esparcimiento.

No estaría de más emitir, en las cadenas públicas, reportajes en versión original, subtitulados de preferirse así, en horarios oportunos y que fuera posible saber de ellos echando un rápido vistazo a las programaciones que aparecen en prensa? Desde luego, si algo debiera diferenciar a las cadenas que sobreviven a cuenta del erario son precisamente cuestiones como las apuntadas. Espero que mis buenos amigos A. Manresa y J. Bayona coincidan con mis apreciaciones, en bien de muchos, cuando se planteen un día terminar, a modo de ejemplo y con todos mis respetos a sus incondicionales seguidores, con el Això és mel o Uep! Com anam? Y es que, entre tanta polvareda y como reza el aforismo, podríamos perder a ése don Roldán a que me refiero. O mejor a mister Roldán, si estamos con el inglés y en pleno Brexit.

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