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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

Botecitos prematuros

Rajoy, la noche electoral, a petición de los eufóricos simpatizantes del PP, se permitió esta impostada ligereza en un registrador de la propiedad, que además oficia de presidente del gobierno, de, agarrándose a la barandilla de la balconada de Génova, ejecutar unos ridículos botecitos. Por más que uno fuerce a la imaginación es difícil visualizar a un Adolfo Suárez, a un Felipe González o a un José María Aznar dando saltitos. A Rodríguez Zapatero sí, por supuesto. Existe una línea de continuidad entre la concepción que uno tiene de la dignidad que entraña el ejercicio del poder delegado por los ciudadanos y la expresión de las emociones mediante el lenguaje corporal. Para mí que existe una discontinuidad entre el aplomo gestual y la brillantez del Rajoy parlamentario y, por ejemplo, esas expresiones privadas hechas públicas en la campaña electoral en las que se ha visto al presidente en funciones en amplio pantalón corto (uno rememora el meyba de Fraga en Palomares) del que sobresalen unas piernecitas blancas como la nieve impulsando a pasitos cortos y frenéticos un cuerpo que se agita al ritmo de un braceo que se eleva desmesuradamente hasta la altura del rostro.

Bueno, a mí me parece que esos botecitos son algo prematuros. Es comprensible la euforia de los seguidores del PP ante unos resultados que han sorprendido a todo el mundo. ¿Qué es lo que realmente ha sucedido? ¿Por qué han fallado, dicen, todas las encuestas? Muchos expertos demoscópicos han entonado una especie de mea culpa respecto a la metodología seguida de forma tradicional, basada en entrevistas telefónicas de personas con teléfono fijo, algo que ya no es representativo de la población real; es decir muestras equivocadas. Puede ser. Otros expertos, como Toharia, de Demoscopia, opinan de forma diferente. Habrá que esperar a la próxima encuesta del CIS para calibrar de forma más segura lo que ha pasado. Pero a los que argumentan el fracaso de los pronósticos hay que recordarles que las encuestas electorales no son pronósticos, sino instantáneas de la opinión en un momento dado. Creo que, como mínimo, es tan plausible la idea del fallo generalizado de las encuestas como la idea del cambio de opinión del electorado los dos últimos días antes de las elecciones. Desde mi punto de vista sería mucha casualidad que todas las encuestas siguieran metodologías idénticas y coincidieran todas en dar una instantánea errónea. La sociología no es ninguna ciencia exacta pero la demoscopia sigue unos sistemas matemáticos de análisis capaces de sortear incluso las respuestas mentirosas. Y una encuesta como la del CIS con casi 15.000 entrevistas exhaustivas es difícilmente cuestionable. No creo que sea insensato razonar que la campaña del miedo a una posible victoria de Unidos Podemos, con sus propuestas de referéndum en Cataluña extrapolables al País Vasco y Galicia, sustentadas por formaciones integradas en esa coalición, entrara en reacción emocional multiplicada con las noticias del Brexit británico. Es perfectamente posible que, al igual que en 2004, cuando los atentados de Atocha influyeron decisivamente en la victoria de Zapatero, la posibilidad de un desmembramiento del Reino Unido por Escocia e Irlanda del Norte se entendiera como el inicio de una desestabilización de la Unión Europea, que llevara al convencimiento de una parte del electorado de que éstos eran momentos para refugiarse en la seguridad y minimizar riesgos, votantes de Ciudadanos volvieran al redil del PP y votantes de Podemos, antiguos votantes del PSOE, se hayan refugiado en la abstención. Sólo así se explica el resultado del PP, Unidos Podemos y C's. En cambio el resultado del PSOE fue clavado por las encuestas.

El PP ha ganado las elecciones con sus 137 diputados, pero le son insuficientes para formar gobierno. El PSOE, a través de su portavoz Antonio Hernando, se ha apresurado a declarar que ni van a participar en ninguna gran coalición, ni se van a abstener en la investidura por mucho que algunas voces relevantes, como la de Fernández Vara, apuesten por dejar que gobierne el PP para evitar la repetición de las elecciones. Y C's, con la opinión encontrada de algunos de sus referentes fundacionales, ha repetido la que a su juicio es la mejor opción: una negociación a tres entre PP, PSOE y C's para pactar una agenda reformista: cambios constitucionales, ley electoral, pacto educativo, reforma judicial, regeneración democrática? En este caso Rivera ha manifestado su disposición a entrar en el gobierno. En caso contrario no van a votar a favor de la investidura de Rajoy. Ha subrayado que, en todo caso, depende de la actitud del PSOE el que se pueda formar gobierno o, por el contrario, que se vaya a nuevas elecciones. Dejar simplemente que gobierne el PP conduce, por una parte, a la inestabilidad y a una agenda que por lo afirmado estos días por Rajoy, se limitaría a asegurar el crecimiento económico para activar el empleo, a revisar, mejorándola, la financiación autonómica, a revisar la reforma laboral adecuándola a las nuevas previsiones de empleo, la renovación del sistema de pensiones (sin especificar el cómo) y una comisión de estudio de la reforma constitucional. Rajoy parece confiar en que el PSOE reflexione ante la posibilidad de que se le responsabilice directamente de la falta de acuerdo, sea para entrar en el gobierno, sea para abstenerse para posibilitar la investidura de Rajoy y, por tanto, de unas alucinantes nuevas elecciones; de una indignación generalizada que descargue su ira sobre los socialistas. Pero un partido dividido como el PSOE, con la mayoría de barones renegando de Sánchez, no está en disposición de afrontar un riesgo como el de facilitar el gobierno de Rajoy. Habrá que esperar a su congreso para saber a qué atenernos de verdad. Un gobierno de coalición tiene sus peligros. Pero si se consiguiera normalizar la economía y el empleo, regenerar la democracia y reformar la Constitución, también podría dar sus frutos, como ha sucedido históricamente en algunos países de Europa. Máxime cuando Podemos ha sido incapaz de aprovechar la ventana de oportunidad que se le estaba abriendo. Esta ventana se está cerrando, como se comprueba con el descenso del 5% de los votos en Madrid, Zaragoza, Valencia y Cádiz, ciudades donde gobiernan. Únicamente se salva Barcelona, con Ada Colau. No sé si ya son casta o no. Lo seguro es que son un batiburrillo del que nada constructivo cabe ya esperar.

Rajoy, después de los botecitos, habló. Frases inconexas, discurso deslavazado, confusión mental. A los cánticos de "soy español, español, español", del rancio nacionalismo de sus devotos pudo responder con grandeza diciendo que se iba para facilitar un gobierno de coalición, que nunca un país debe sacrificarse por un hombre, sino un hombre por su país. Se habría ido con todos los honores y el respeto de sus adversarios, por la puerta grande. No lo hizo y nos dejó donde estamos, entre la incertidumbre, la perplejidad y la confusión.

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