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Antonio Papell

Tiempo de pactar

Las elecciones del 26J han consolidado el mapa pluripartidista que el pasado 20 de diciembre definió el profundo cambio de la representación en este país, si bien el PP ha experimentado una subida significativa de más de tres puntos, el PSOE ha subido casi uno y Ciudadanos ha experimentado un deslizamiento a la baja, consecuencia de la apelación del PP al voto útil, cuyos efectos no han sido seguramente ajenos a la conmoción provocada por el sobresalto del Brexit. Tenemos, pues, que gestionar un sistema formado por dos partidos centristas, Ciudadanos y PSOE, flanqueados por el conservadurismo clásico del PP, en auge, y por el populismo de izquierdas de Podemos, que se ha presentado en coalición con Izquierda Unida, el único grupo político con representación parlamentaria que no apoya la pertenencia europea. En contra de lo reiteradamente anunciado tanto en las encuestas durante la campaña como en las "israelitas", no se ha producido el sorpasso, que hubiera dejado en posición difícil al PSOE, ni las dos formaciones del hemisferio izquierdo suman una mayoría absoluta, por lo que se descarta la hipótesis, que hubiera sido muy preocupante, de un populismo fuerte presionando sobre la socialdemocracia débil para formar una coalición contra natura.

Nos hallamos en definitiva en un escenario distinto del ulterior al 20 de diciembre: la plena estabilidad sólo se puede conseguir mediante una gran coalición a dos o a tres, si bien ya no sólo el PSOE podría estabilizar un gobierno del PP: los 32 escaños de C's unidos a los 137 del PP suman ya una mayoría de gobierno de 169 escaños. Los cinco escaños del PNV y el de Coalición Canaria podrían dejar ese bloque al borde de la mayoría absoluta. Pero, como es bien conocido, tanto Rivera como Pedro Sánchez han manifestado reiteradamente su prevención a pactar con Rajoy.

Como es notorio, el PP ha ganado las elecciones, por lo que previsiblemente el jefe del Estado empezará sus consultas llamando a Rajoy para ofrecerle formar gobierno. Y en este punto deberían dar comienzo las disimilitudes con respecto a lo sucedido en diciembre: en lugar de declinar la oferta con el argumento de que todavía no había reunido los apoyos suficientes, Rajoy debería anunciar al Rey su disposición a pasar el testigo a otro líder popular para que intente formar un gobierno de coalición, ya que su persona, muy dañada por la larga lista de promiscuidad y corrupción en el PP de la pasada legislatura, no genera el consenso necesario para el juego de alianzas que hay que comenzar a plantear.

Una vez eliminado este obstáculo, que parece verdaderamente insalvable el partido que gana las elecciones con apenas el 33% de los votos no puede eludir las condiciones estructurales, previas a la negociación propiamente política, que le imponen sus posibles partenaires, las formaciones constitucionalistas tendrían que lograr un pacto de gobierno, con proyectos y objetivos claros, lo antes posible. Porque el Brexit, que ha llenado de incógnitas el futuro de la Unión Europea, obliga a un acuerdo rápido, a una solución negociada urgente, ya que nuestra inestabilidad podría pasarnos factura; de hecho, es sintomático que España, cuarta potencia de la UE si no se incluye en el cómputo al Reino Unido, no ha sido llamada a las reuniones comunitarias de urgencia tras la crisis.

La situación sigue siendo novedosa, distinta, difícil de manejar, pero ya no tiene recovecos inextricables: el populismo, aliado con la izquierda poscomunista, tiene una dimensión relevante que le dará fuerza para influir en la política pero ni posee la hegemonía ni ha aprovechado la irrepetible oportunidad de subirse a la ola ascendente para adueñarse del hemisferio izquierdo. En esta situación, Ciudadanos debe contribuir a la formación de la mayoría y el PSOE está obligado a facilitar la gobernabilidad mientras recupera el pulso, el espacio y su condición de verdadera alternativa.

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