El resultado de estas segundas elecciones generales en el plazo de medio año vuelve a ser difícil de manejar en términos prácticos de consolidación de mayorías de gobierno estable pero, a la vez, tiene unas interpretaciones claras y contundentes.

Los electores son más estables que los partidos que los representan. No se ha producido el tan anunciado sorpasso, lo cual afianza relativamente la posición de Pedro Sánchez al frente del PSOE que tedrá muy difícil intentar una alianza de izquierdas tras culpar de la victoria conservadora a Podemos, que ha tropezado con su propia ambición y, frente a Ciudadanos, perjudicado por el regreso de votos al PP. Precisamente este es uno de los aspectos más significativos del escrutinio. Mariano Rajoy no es un líder agotado ni su partido está en retroceso. El PP ha ganado seis puntos y trece diputados, aunque visto el resultado de las minorías afines sigue en posición compleja para emprender iniciativas de gobierno, pero con el viento más a favor en esta ocasión.

El centro izquierda tiene difícil ensayar mayorías estables en el Congreso, sobre todo porque el PSOE ya ha señalado a la ambición de Iglesias como responsable del triunfo de Rajoy. En todo caso, si hay que buscar una consecuencia evidente del resultado de ayer, no es otra que la reiteración del mandato de consenso, diálogo y pacto entre unas fuerzas políticas que ya no están en condiciones de ampararse en mayorías holgadas.

Desde Balears hay que hacer una lectura particular y en clave local de los resultados, dado que presentan elementos muy específicos. Se repiten los resultados del 20D en cuanto al reparto de escaños, pero la distribución de votos, a la vista de las modificaciones de candidaturas presentadas, presenta claves harto elocuentes. El PP mejora en 6 puntos y 22.000 votos su respaldo de electores y Units Podem Més, pese a consolidarse como segunda fuerza política, no puede responder a esta denominación. La alianza de Podemos con Més tampoco permite a los econacionalistas llegar al Congreso, tras perder miles de votos respecto a la suma anterior de los ahora unidos, y no logra pisar los talones a un PP que afianza sus tres diputados. UPM y PSOE, que suma dos puntos y casi 5.000 votos, respectivamente, salvan los dos conseguidos en diciembre y Ciudadanos también mantiene uno.

No se puede obviar, por otro lado, que ha bajado la participación, lo cual debe ser entendido, sin duda alguna, como expresión de cansancio y desencanto por parte del electorado. La recuperación de la confianza es una de las tareas que tienen por delante las fuerzas políticas de Balears. El PP de Teresa Palmer, que probablemente se beneficia de la ausencia de El PI, ha mejorado los resultados de Mateo Isern y, en el PSOE, Pere Joan Pons supera a Ramon Socias. Y el exjuez Yllanes no logra llevar de la mano a Verger al Congreso.

Andalucía y Extremadura, dos feudos tradicionales de los socialistas, pasan ahora a ser dominio del PP, igual que Valencia. Son comportamientos territoriales que no modifican la capacidad de maniobra. Los resultados de ayer podrían abocar a unas terceras elecciones generales, pero este es un fantasma que debe alejarse porque, repetimos, la reiteración del mandato de los electores no ofrece lugar a duda. Un escueto y abatido Pablo Iglesias reconocía anoche que Podemos no ha obtenido, ni siquiera con las alianzas establecidas, los resultados esperados. El panorama es de gran complejidad, pero el cambio de actitud forzado por las urnas y apreciado de inmediato, puede propiciar que esta vez se imponga el diálogo con resultados prácticos.