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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

Voto sin esperanza

Si hacemos caso a las últimas encuestas, el PP obtendría en torno al 29% de los votos y los 119 diputados; Unidos Podemos rozaría el 24% superando los 85 diputados y superando al PSOE con un 21% y con un número algo menor de escaños; Ciudadanos el 14,5% y los 40 escaños. El resultado sería muy parecido al del 20D con la diferencia de que al sumarse los votos de Podemos e IU, que ya en aquella elección superaban en votos al PSOE, se produce el sorpasso en escaños. Se repiten por tanto las dificultades para formar gobierno. A estas alturas se puede decir que la estrategia de Rajoy y de Iglesias de polarización de la campaña ha triunfado, dificultando extraordinariamente las tesis moderadas que pudieran representar PSOE y C's. Ha contribuido enormemente a ello la claridad de los fines perseguidos por la pinza del PP y de Podemos: Rajoy tiene como propuesta la formación de un gobierno basado en un pacto PP, PSOE y C's capaz de impulsar reformas pactadas, sin especificar cuáles. Iglesias, la formación de un gobierno presidido por él y participado por el PSOE, volcado en la lucha contra la austeridad mediante políticas keynesianas de gasto público. Por contra, el PSOE no ha despejado ninguna incógnita de pacto y se ha limitado a repetir el mantra de que el PSOE va a ganar las elecciones, como única garantía de cambio. Aceptar la posibilidad de pacto con el PP dividiría al partido y alentaría una aún más elevada defección de votantes hacia Podemos; la de pacto con Podemos, la huida hacia C's. Está en sus horas más bajas por dos razones: la mochila que arrastran de la gestión de Zapatero (¡el mejor presidente de la democracia según Iglesias!) y la inconsistencia de un dirigente como Sánchez que se reclama patéticamente como fuerza del cambio cuando su partido ha sido el principal soporte del sistema político imperante desde 1978. Algo parecido ocurre con C's, que condiciona el pacto con el PP a que Rajoy no sea el candidato a la investidura, algo que no depende sino del PP. C's es, como opción liberal y con propuestas sensatas para superar la crisis de sistema a través de un proceso de reformas, una opción racional, pero que no alcanza apoyos electorales suficientes para convertirse en determinante en un escenario escindido entre el inmovilismo numantino del PP, que exacerba el miedo al triunfo de Podemos, y el voto de la venganza, de la rabia y del resentimiento que alimenta a Podemos. Es una lucha desigual entre razón y emoción en la cual la primera lleva todas las de perder.

La estrategia de Rajoy, calificando a Podemos como los "malos" es de una apariencia pueril, pero en el fondo no hace sino servir a sus objetivos maniqueos, los de dibujar una sociedad dividida en bloques antagónicos, no separados por ideologías diferentes, cada una orientada a la consecución de sus fines, legítimos ambos y amparados en la libertad de conciencia y de opinión, que son los propios de una sociedad plural y democrática, sino separados por conceptos morales, el bien y el mal. Según esta peligrosa y frívola expresión de Rajoy, él mismo encarnaría la dirección de las fuerzas del bien mientras Iglesias la de las fuerzas del mal. En el fondo no se trataría sino de remedar la lucha primigenia narrada por Milton en El paraíso perdido. Hay que convenir que Iglesias, con su apelación romántico-revolucionaria a conquistar el cielo por el asalto, engrana su rueda ideológica con la de Rajoy, diente a diente, haciendo girar armoniosamente el mecanismo de destrucción del centro político. En el peor de los casos, si Iglesias no puede conseguir la ocupación del cielo, con el sorpasso, puede consolarse, como Satanás: "Vale más reinar en el infierno que servir en el cielo".

La estrategia de Iglesias va en la misma dirección pero en sentido contrario a la que impulsa Rajoy. No es tan pueril como la de la división entre buenos y malos, propia de una sociedad intolerante, teocrática, fanática, preilustrada, pero es así mismo disolvente, demagógica, maniquea. No tiene mejor argumento Iglesias, para contrarrestar la campaña del miedo de Rajoy y el PP, que apostillar que aquellos que impulsan el miedo a Podemos son los amigos de Blesa y Rato. Para Iglesias es inconcebible que se pueda estar en desacuerdo y con franco temor a las funestas consecuencias para el país de sus propuestas electorales, sin ser un corrupto. Y es aquí donde se manifiesta el verdadero pensamiento de Iglesias, que nada tiene que ver con la socialdemocracia, sino con el totalitarismo leninista. Y es que es imposible estar discurseando todo el tiempo sobre lo divino y lo humano sin que, en algún momento el subconsciente no juegue una mala pasada. Iglesias niega el pluralismo y establece una estricta división entre los que con él están de acuerdo, los puros, y los demás, los corruptos.

El panorama en el que se desenvuelve el PSOE provoca la melancolía. Es deprimente contemplar como el partido que fue viga maestra de la transición democrática, con claridad de ideas, espíritu de modernización, voluntad de superación de las lacras del pasado, con una inmensa capacidad de liderazgo en la sociedad española, se fue desgastando en los años noventa por la corrupción, la política profesional, la concertación con el nacionalismo periférico (la historia parece que se repite: Esquerra en 1934 desbordada por los anarquistas, en 2016 por la CUP), para acabar en el desconcierto ideológico (bajar impuestos era propio de la izquierda), el clientelismo, el abuso de lo políticamente correcto (las palabras al servicio de la política), las puertas giratorias y la pura incompetencia para dirigir el país (no había ninguna crisis económica y el sistema bancario español era el más seguro del mundo). Ahora está ya en el non plus ultra, frente a la autoinvestidura de Iglesias como socialdemócrata, dejando al comunismo en el vertedero de la historia, no se le ocurre a Sánchez otra cosa que la defensa de la dignidad del Partido Comunista, intentando hurgar en el amor propio y el orgullo herido de los militantes de IU, a ver si pesca algo. El PSOE y Sánchez han dejado la iniciativa política a Podemos sin presentar las batallas que era preciso desatar, la ideológica y la programática. Se han limitado a los reproches de que votaron con el PP contra la investidura de Sánchez, florecillas para los cerdos de una maquinaria engrasada para conseguir la ruptura con el sistema político, temerosos de una lucha que podía enajenarles apoyo político después de estas segundas elecciones.

El escándalo de las conversaciones entre el ministro del Interior que condecora a la Virgen y el director de la oficina antifraude en Barcelona en busca de delitos entre los nacionalistas catalanes, de las cuales tenía conocimiento, según el ministro, Rajoy, no sólo inhabilita a un gobernante de una democracia sino que evidencia la incapacidad de un ministro del Interior al que se le graban las conversaciones en su propio despacho. Rajoy repite que actuará como después del 20D. Si no desaparece este personaje del panorama político, estamos en puertas de que el 26J no sirva para nada.

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