Es sintomático que, ahora que nos gobierna de nuevo el Pacto de Progreso y se han puesto las pilas, hasta el PSOE balear, o sea el PSIB, para atacar de nuevo a la fiesta nacional que aquí y donde sea España es la fiesta de los toros, con las armas que disponen, e incluso con las que no disponen, para hacer desaparecer de una puñetera vez algo tan violento, repugnante, salvaje, etc., se estén dando y programando más festejos en las plazas de toros de la isla, que de costumbre y encima con más éxito que de costumbre también. Sin duda todo este resurgir taurino ha sido activado por las ansias prohibitorias de una minoría social, pero muy activa y ducha en el manejar torticeramente los resortes de ciertos grupos políticos, hoy en el poder, que tan gustosos se prestan a bailarles el agua, y así obtener réditos políticos. Ahora bien, el que el colectivo pro taurino, según ellos, haya decrecido, debe de ser mínimamente analizado.

Cuando en el año 92 se creó la ley de protección a los animales, bajo la batuta gubernamental del señor Cañellas, con toda la nocturnidad y alevosía posibles, se introdujo el artículo 4, párrafo 3, en el que se prohíbe la entrada a menores de 16 años. No hace falta ni ser estudiante de primero de Derecho para darse cuenta de que este artículo tan polémico choca de lleno con los derechos de padres y tutores, que es a quienes únicamente corresponde tal decisión. Este párrafo es incongruente per se. Cualquier expediente sancionador a este respecto es nulo de pleno derecho. En pocas palabras, esa ley por lo que respecta a la tauromaquia, no es sino una ley totalmente represiva, que no hace sino demostrar una vez más el pobre talante democrático de los políticos que intervinieron en su creación. Quienes no intervinieron, fueron los afectados directamente, o sea los profesionales y aficionados reconocidos. Ni siquiera fueron notificados. Sabían muy bien que sin huevo no hay gallina.

La tolerancia y el buenismo político del que se hace tanta gala hoy en los medios políticos y sociales, brillan por su ausencia en las políticas de izquierda en Balears, cuando se trata de defender la tauromaquia. Si efectivamente va menos público a las plazas de toros, puede, llegado el día, ser un espectáculo de minorías. De hecho así lo pregonan a los cuatro vientos los cuatro antitaurinos, y así han conseguido venderlo a los políticos que no tienen ideas mejores que dedicarse a perseguir la tauromaquia, con la creencia de que se colgarán algún día una medalla. Pues miren señores políticos aludidos, será la misma medalla que persiguieron ya, mucho antes que ustedes, papas y reyes y que fracasaron en sus repetidos intentos. Porque la fiesta de los toros no es de ustedes ni de los antitaurinos, que todos juntos no la entienden, ni comprenden, y por ende, deberían abstenerse de opinar al respecto, por decencia y ética, que son virtudes que sine qua non, deberíamos exigir a todos los políticos. Pero por favor no prohíban lo que todavía gusta a una parte del pueblo. Y si los taurinos fueren efectivamente minoría, que hoy por hoy, en Mallorca no es así, actúen de forma democrática y generosa. Aunque odien ustedes todo lo que huela a España o español, sean generosos, escuchen a todas las partes y no hagan como se hizo en el 92, cuando se creó esta ley, injusta y no ecuánime con todas las partes afectadas y que ahora pretenden ustedes, con todo el consenso oficial parlamentario, que no real y auténtico, empeorarla de cara a un colectivo a quienes ustedes pretenden arrebatar derechos y libertades. ¿Y por qué no eliminan o modifican el artículo que afecta a padres y tutores, a los cuales ningunearon deliberadamente? El día que aquí, en Mallorca, los toros no interesen, simplemente no se organizarán corridas de toros. Mientras se erija un empresario para organizar una corrida de toros, es porque ve posibilidad de negocio, cosa que deberían ustedes de respetar, sobre todo en estos tiempos en que todo el mundo quiere ser funcionario, subvencionado o paniaguado.

Saben, o deberían saber, que están ustedes perdiendo el tiempo intentando prohibir con un ley de un parlamento autonómico, una actividad protegida por otra de rango superior, creada después de lo de Cataluña, para evitar otro órdago similar. Y, sepan que, a día de hoy, la consecuencia de esta obsesión antiespañolista es justo la contraria a la que ustedes y sus antitaurinos acólitos persiguen. De lo cual nos alegramos los taurinos.

Si es, o fuera cierto que tan pocos aficionados quedan en Mallorca, tengan por lo menos la decencia de esperar a que caiga el fruto maduro del árbol. En aquella foto de Kevin Carter, ganadora del premio Pulitzer del 94, y de tan polémica interpretación, el cuervo por lo menos se tomó la paciencia de esperar a que se produjera el óbito. Y era un animal carroñero. Ni siquiera era un depredador. Y es que hasta los animales nos pueden parecer decentes. Sobre todo cuando sin querer los comparamos con el hombre.

* Presidente del Grupo Taurino Gastronómico de Mallorca