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Antonio Tarabini

Juego de tronos, El 'sorpasso'

En el fantástico, confuso y laberíntico juego de tronos en que se ha convertido la campaña electoral está tomando carta de ciudadanía un vocablo de origen italiano, sorpasso. Su significado literal es neutro: adelantamiento. Pero en el juego político tiene ribetes más puntiagudos, como puede ser "pasar por encima", dejando el fairplay para mejores ocasiones. El término tiene su origen en las elecciones generales de 1976 en Italia. El Partido Comunista (PCI) tenía opciones reales de convertirse en la primera fuerza política y adelantar a la Democracia Cristiana. Pero pese al importante avance del PCI, no se llegó a producir. Y en 1978 se produjo el "misterioso" secuestro y asesinato de Aldo Moro, democristiano propicio al denominado "compromiso histórico". En España, la primera vez que se habló de sorpasso fue a principios de los años noventa, cuando Julio Anguita (PCE) aspiraba a arrebatar la hegemonía de la izquierda española al PSOE. Sin embargo, las elecciones de 1996 desterraron tal posibilidad. Izquierda Unida obtuvo los mejores resultados de su historia, pero 27 puntos por debajo de la formación que lideraba entonces Felipe González. Pero el actual momento político, propiciado por la repetición de las elecciones y por los nuevos acuerdos electorales de Podemos con IU, "mareas" y confluencias (aquí, con Més), puede posibilitar el sorpasso, en votos y escaños, convirtiendo a la coalición electoral en el referente de la izquierda, e incluso posibilitarle el liderazgo de un posible gobierno de coalición.

Todos los sondeos, incluido el publicado en este diario, reflejan la existencia de dos bloques, centro-derecha y centro-izquierda, relativamente equilibrados, donde ninguna fuerza política puede garantizarse por sí sola la investidura de su candidato como presidente y mucho menos una legislatura con un gobierno estable. Muy probablemente, el PP seguirá siendo el partido más votado, pero por mucho que lloriquee, nuestra legislación (y no sólo la nuestra) define de modo claro que el partido (sólo o acompañado) que tenga más apoyos parlamentarios es el que en principio debe intentar formar gobierno. La derecha, el PP, sigue empecinada en Mariano Rajoy como timonel. De momento (aunque sea verdad que las palabras se las lleva el viento), el líder de Ciudadanos jura y perjura que no apoyará (ni siquiera absteniéndose) la investidura del todavía presidente en funciones. "Mariano no quiere que nada cambie, y nosotros queremos que cambie todo sin romper nada". Los socialistas prometen por Belcebú que no darán apoyo, ni activo ni pasivo, a los populares. Es perfectamente lógico, dado que el programa electoral que ofrece Rajoy es continuar con las mismas políticas desarrolladas por su gobierno (la reforma laboral, la LOMCE?). Sin duda las presiones procedentes de los lobys políticos y financieros serán potentes, pero un apoyo al PP (con Rajoy o sin él) podría significar la irrelevancia política del PSOE.

En el ámbito de la izquierda, algo ha cambiado respecto a los resultados del 20D. Entonces, aunque con escaso margen los socialistas superaron en votos y escaños a Podemos. Además, aún siendo el PP el partido más votado, Rajoy renunció al intento de investidura y de formar gobierno. Ambas circunstancias posibilitaron que Sánchez intentara obtener su investidura y formar gobierno. Sin duda hubo errores de cálculo por parte de Sánchez; y también es cierto que Podemos y su líder Iglesias no facilitó la tarea a los socialistas. Ahora las circunstancias han cambiado y es muy probable, aunque el último reglón no está escrito, que Podemos supere en votos y escaños a los socialistas. Si así fuera, ¿el PSOE aceptaría formar parte de un gobierno de coalición presidido por Iglesias? Además, se necesita un gobierno que garantice apoyos parlamentarios suficientes, para aprobar los presupuestos y afrontar las reformas necesarias que afectan a la Constitución, a la ley electoral, a la ley financiación de los partidos, al actual y obsoleto sistema de financiación de las autonomías... Suma y sigue. En cualquier caso, debería ser un pacto de legislatura (definiendo las prioridades y cómo llevarlas a cabo) y no sólo de investidura. No sería fácil, pues no hay feeling entre ellos; més bien una gran desconfianza mutua.

Los socialistas corren el riesgo de convertirse en bisagra para completar Gobiernos en lugar de liderar la formación de Ejecutivos. Cabe la posibilidad de que no den apoyos ni a unos ni a otros para en su caso ejercer de oposición, sin negar posibles acuerdos puntuales con gobierno u oposición.

Ramón Aguiló titulaba su colaboración del pasado viernes: "O inestabilidad o nuevas elecciones". Somos muchos los que pensamos que unas nuevas elecciones significarían una catástrofe democrática y de consecuencias imprevisibles. Una investidura y un gobierno sobre todo si es plural y en minoría, no garantizan por sí mismos una estabilidad paradisíaca, pero sí podrían propiciar acuerdos de mínimos, con estabilidades variables según sea el asunto.

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