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Antonio Papell

El empobrecimiento español

Se nos ha dicho, y hoy es una realidad sobreentendida, que la gran crisis española ha estado inscrita en una gran crisis global, que no hemos podido eludir. Parecería, en fin, que hemos sido víctimas de la fatalidad, que nos ha arrollado un ciclo económico universal al que resultaba imposible sustraerse.

Alguna verdad hay en esta descripción ya que la gran recesión no ha sido precisamente un invento, pero si las cosas hubieran sido realmente de este modo, todo el ámbito europeo hubiera padecido el turbión con consecuencias al menos parecidas.

Los datos del Eurostat no confirman sin embargo esta tesis, sino al contrario. Según la compilación que ha efectuado el periodista José María Camarero, España y Grecia han sido los únicos países que en 2015 no habían recuperado en 2015 el PIB nominal de 2008 (nuestro PIB fue todavía un 0,6% inferior al de aquel año). Es revelador que los tres países que tuvieron que ser rescatados Portugal, Irlanda y Chipre han superado hace tiempo y con holgura los niveles críticos de 2008; Irlanda, significativamente, ha crecido nada menos que el 20% en ese periodo de atonía española.

Y en lo que concierne a nuestros demás socios comunitarios, no es que nos hayan sacado una ligera ventaja: es que nos han dejado en ridículo. Vean si no: el PIB de Luxemburgo fue en 2015 el 32% superior al de 2008. El de Alemania, nuestro referente más significativo, creció un 22%, de forma que si en 2008 el PIB nominal fue de 2,4 billones de euros, en 2015 fue de 3,02 billones. Austria (19%), Bélgica (18%), Holanda (14%), Francia (13%), Finlandia (11%) han sido otros países de la Eurozona notoriamente aventajados. Otros países de la UE no pertenecientes a la zona euro han logrado también un saldo favorable en este periodo letal para España: el Reino Unido, sin ir más lejos, ha visto incrementarse su PIB en el 30%; Suecia en el 29%; Dinamarca en el 14%...

Quiere decirse, en fin, que la terrible crisis que nos ha empobrecido severamente, que nos ha impedido proseguir la carrera de desarrollo que teníamos emprendida, es responsabilidad más bien nuestra, ya que la crisis internacional, que apenas llevó a Alemania a la recesión un único ejercicio (en 2008), no fue la causante del derrumbe: tan sólo destruyó los precarios equilibrios de un país mal gobernado que permitió una descabellada burbuja inmobiliaria que, al explotar, nos llevó materialmente a la ruina, como sabían muchos teóricos de la economía que no fueron escuchados. Parece mentira que Rato y Solbes tengan todavía arrestos para defender su gestión, la que nos llevó conscientemente al desastre, mientras ellos no cesaban de manifestar que aquella burbuja no era en realidad tal y que los precios de las viviendas emprenderían antes o después "un aterrizaje suave".

En definitiva, conviene que sepamos que, en gran medida, somos los responsables del gran naufragio. Y la evitación de nuevos tropiezos requiere evidentemente el previo reconocimiento de los errores cometidos y la decisión de implantar medidas que hagan imposible nuevos recalentamientos sectoriales, nuevas burbujas en cualquier ámbito de actividad. Tampoco es razonable que, después de lo ocurrido, estemos aquí jugando con el déficit, acomodándolo a los intereses electorales del gobierno de turno. Ya nos han advertido de que una subida generalizada de los tipos de interés que nos obligase a pagar crecientes intereses nos dejaría en una posición muy delicada? En cualquier caso, ha de ser irremediable que algunos manifestemos nuestra profunda desconfianza hacia los políticos que diseñan hoy la política económica y no han efectuado aún un diagnóstico autocrítico de lo que nos ha pasado.

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