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Para la libertad

Hoy me van a permitir que empiece citando a José Manuel Barquero, a quien tenemos el placer de leer cada lunes en estas mismas páginas: y es que éste es uno de los que él llama artículo paquete. Paquete metes. Porque hay asuntos sobre los que si uno entra a opinar, sabe de antemano que va a salir escaldado. Están tan polarizados que parece que no se puede ni hablar de ellos sin que te cuelguen una etiqueta. Qué más da si luego se ajusta o no a la realidad. Así que lo fácil es, seguramente, pasar de puntillas, o ni siquiera mencionarlos y evitarse así alguna que otra explicación posterior. Muy probablemente lo hacemos más a menudo de lo que deberíamos, hasta que recordamos que no todo el mundo tiene el privilegio de publicar sus reflexiones para que las lean y tal vez sacudir -aunque sea mínimamente- alguna conciencia. O hasta que las cosas empiezan a pasar de castaño oscuro.

Y pensé que así había sido cuando, estando de vacaciones, una de las noticias que me sorprendió al conectarme al mundo fue la agresión sufrida por dos chicas en Barcelona por pertenecer a la plataforma que pretendía instalar pantallas gigantes en la ciudad para ver los partidos de la selección española en la Eurocopa. Patadas, puñetazos, insultos e incluso amenazas de muerte. 'Putas españolas, fuera de aquí, os vamos a matar', reza en la denuncia. Conociendo este país y sabiendo cómo trata a sus víctimas -o a algunas de ellas-, hasta podríamos aventurar que habría algunos que todavía las habrían acusado de exagerar, si no fuera porque la agresión fue grabada con el móvil por una testigo.

Recordar que la Constitución garantiza -o debería hacerlo-, en su artículo 14 que 'los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social' a quienes creen que la Carta Magna es papel mojado o que sirve para poco más que para quemarla en televisión no sea probablemente muy útil. Pero a una le gusta pensar que la mayoría de los que leen esto están satisfechos de poder vivir en un país que -al menos sobre el papel- garantiza esa igualdad. El ataque sufrido por estas dos jóvenes lo fue por el simple hecho de sentirse españolas y pretender ver un partido de fútbol. Por su opinión. Lo que sitúa la agresión al mismo nivel que las de género, homófobas o racistas. No me gusta lo que piensas, luego recurro a la violencia. Para colmo, nos queda la reacción de los 'responsables políticos'. Unos jugando con los límites de la equidistancia al rechazar 'cualquier tipo' de violencia. No, señora. Lo que se tiene que hacer es condenar con firmeza esa agresión en concreto. Otros, los que deberían haber impedido desde hace años que la situación llegara a estos extremos, intentan enmendar la plana regalando a las dos chicas entradas para la Eurocopa. De risa. Si no fuera porque hablamos de cosas muy serias.

Deberían leer Historia de un alemán, de Sebastian Haffner. Un libro que, si de mí dependiera, sería obligatorio en todas las escuelas. Nunca se estudiará suficiente Historia, pero más importante que recordar el año de la batalla de Stalingrado es conocer cómo y por qué ocurrió lo que ocurrió en Alemania entre 1914 y 1933. Los motivos de la ambigüedad de toda una sociedad, del fracaso de la oposición al nazismo, de la anulación de la responsabilidad que cada individuo tenía en lo que pasó, que quedaba diluida en la cobardía intelectual y la hipocresía propias de la colectividad. Probablemente más de uno a estas alturas ya me habrá tildado de facha. Por fortuna, nuestra democracia ampara la posibilidad de decir sandeces, aunque no por ello dejan de serlo.

Haffner -periodista y escritor- sostiene que 'el antisemitismo nazi no tiene prácticamente nada que ver con los judíos, ni con sus méritos ni con sus deméritos'. Cree que los nazis perseguían únicamente anular en el ser humano 'esa solidaridad primigenia que comparten todos los miembros de una especie animal' para azuzar a toda una nación contra determinadas personas: 'el hecho de cambiar de objeto se reduce a un detalle sin importancia'. Así que si creen que la obligación moral de defender a las agredidas es una cuestión de ser catalán, español, comunista, facha o cualquier otro adjetivo están ustedes muy equivocados. No se trata de nacionalismo frente a centralismo. Ni de Cataluña. Ni de España. Ni de independencia sí o no. Hablamos de algo mucho más importante por lo que todos deberíamos levantar la voz y condenar lo sucedido: la libertad. No está de más recordar, en palabras de Martin Niemöller, la importancia de defenderla: 'Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a por los judíos, no pronuncié palabra, porque yo no era judío. Cuando finalmente vinieron a por mí, no había nadie más que pudiera protestar.'

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