Diario de Mallorca

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Uno de los mayores inconvenientes que tiene la globalización de marras a la que estamos sujetos algunos de quienes pueden leer este periódico desde el mismo momento en que nacieron es el acoso al que se permiten someternos los vendedores de humo global. El correo electrónico se ve inundado de tal manera por mensajes basura spam, en la jerga técnica que cabe preguntarse de dónde sacan los remitentes la dirección de correo a la que mandan su lata gigantesca y que, en mi caso, es una dirección de la universidad. ¿Quién les vende las listas de nombres y de correos? Esos acosadores no siempre incluyen en sus mensajes la manera de darte de baja de la que ellos llaman lista de suscripción, como si uno se suscribiese a nada, pero si lo hacen y obras en consecuencia te encuentras con que, ante la reiteración de la basura, te asalta la duda de si en realidad pulsando el botón de la baja lo único que consigues es decirle al anunciante que recibes sus latas, confirmándole que está en el buen camino y animándole a seguir así.

Otra fuente infinita de incordios es la del acoso por teléfono, con señoritas o caballeros que te ofrecen cambiarte de proveedor de llamadas y acceso a internet a cambio de grandes ofertas de ahorro convertidas casi en el paradigma de la felicidad. Suelen llamar a la hora peor, la de comer o la de cenar, y da lo mismo lo que les digas porque insisten. He leído que una de esas compañías, la más agresiva, llama hasta 20 veces al día al mismo teléfono. He optado por proclamar con entusiasmo a quienes me hacen las ofertas que yo estoy muy contento de pagar más, a ver si se desaniman pero en ocasiones no es siquiera necesario porque nada más que descuelgas el teléfono se oye el tono de comunicar. ¿A santo de qué llamarán quienes no quieren siquiera hablar contigo? ¿Será que se complacen en dar la lata sin más? ¿O es peor y llaman para saber dónde no contesta nadie y por tanto puede que esa casa esté vacía, a disposición de los colegas de la alcaldesa de Barcelona?

Entre unos y otros se añoran los tiempos en que no había ni mensajes electrónicos ni teléfonos móviles, cuando recibir una carta era una alegría salvo que la mandase la Administración y sólo te alterabas al recibir un telegrama. Por supuesto que Internet tiene ventajas, en especial para buscar bibliografía cuando te hace falta, pero sin más que perder un poco (más) de tiempo clasificando los mensajes que se reciben a lo largo de una semana es fácil ver que los pelmas recalcitrantes nos roban una cantidad de tiempo enorme sólo en la tarea de borrar la huella de sus latas. Es de esperar que salga algún medio eficaz para protegerse porque los filtros anti spam sirven de poco. Aunque nada más eficaz que irse unos días allí donde no haya cobertura para poder disfrutar de la sensación cada vez más extraña y más difícil de que nadie en absoluto te acose.

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