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La medicina, un negocio privado

El sida dejó de ser una enfermedad mortal y se convirtió en crónica gracias al esfuerzo de las farmacéuticas privadas que, fuertemente subvencionadas, consiguieron los fármacos adecuados. Como se recordará, el tratamiento, de muy elevado precio, sólo se aplicó al principio a los enfermos del Primer Mundo, y fue necesario un esfuerzo político, social y diplomático para que el Tercer Mundo pudiera beneficiarse de aquellos avances científicos de los que dependía la vida y la muerte de muchas personas.

Más recientemente, la salida al mercado de fármacos que curan la hepatitis a precios astronómicos ha creado nuevos problemas, incluso en los países desarrollados. España remoloneó en un primer momento, pagó después grandes facturas por la terapia y hoy el problema parece resuelto, pero estos tratamientos no han llegado todavía al Tercer Mundo: el silencio occidental ante esta injusticia es sangrante.

Ahora, el presidente de la Sociedad Española de Oncología Médica, Miguel Martín, acaba de denunciar en Chicago, donde se celebra un Congreso de la especialidad, el elevado coste de los nuevos fármacos oncológicos, tan caros que "no vamos a poder pagarlos". Llegados a este punto, es preciso que se produzca una airada reacción: el marco de las empresas farmacéuticas ha de ser acotado por el servicio público que prestan, y si fuera preciso habría que intervenir dichas compañías para que no puedan aplicar el criterio de que la salud global es un asunto privado, con el que se puede hacer un descarado negocio.

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