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Daniel Capó

El sentido del voto

¿Cambiará el sentido del voto en las próximas elecciones del mes de junio? De un modo significativo, me refiero. Los partidos se afanan para conseguirlo a ritmo de merengue o kitsch de corazones. Surgen, al menos, tres elementos que podrían alterar los resultados de diciembre. El orden y el centro, por un lado; y el efecto que sobre la ley d'Hondt pueda suponer la coalición de izquierdas, por otro. Empecemos por la lógica binaria del orden y el centro. El PP de Rajoy juega básicamente a la primera de estas dos opciones: la estabilidad frente al caos, ya sea financiero, político o territorial. La narrativa central de los populares pasa por explotar la tendencia ascendente de la economía: se vuelven a crear empresas, aumenta la inversión, disminuye el paro, se baten récords turísticos y lentamente los precios de los activos inmobiliarios vuelven a recuperarse. Todos sabemos cuánto hay de coyuntural en esta subida del PIB, favorecida por fuertes vientos de cola: básicamente, la caída del precio del petróleo y de las materias primas; y la actuación decidida del Banco Central Europeo, que garantiza liquidez al mercado y unos tipos de interés ultrabajos. Todos sabemos que las coyunturas favorables constituyen ventanas de oportunidad para llevar a cabo las reformas necesarias y que, si no se aprovechan, el castillo se desmorona de nuevo a velocidad de vértigo. Todos sabemos también que las malas políticas pueden hacer empeorar el escenario, especialmente cuando la situación económica de un país resulta tan frágil. El PP se ofrece, pues, como el partido de la estabilidad frente a los experimentos de la izquierda.

Ciudadanos, en cambio, más que como un partido de orden se presenta como una bisagra de centro que impedirá gobernar a los extremistas. Su mensaje es claro: no apuestan por la ideología, sino por las políticas que funcionan en otros países. En este sentido, Rivera vende que el moderantismo de diseño supone el único espacio posible para una modernización creíble. Después de deglutir una parte del voto conservador, ahora Ciudadanos busca pescar en los caladeros del socialismo liberal, de carácter marcadamente urbano, profesional y de clase media-alta. Que lo consiga o no dependerá en gran medida de los resultados electorales.

La situación del PSOE es la más complicada de todas, si bien sus fortalezas son mayores de lo que parece indicar el momento mediático. Para empezar, está el peso de su historia, decisivo en la actual democracia española y en algunos bastiones autonómicos. Pero, para recuperar punch, necesita pasar al ataque, reivindicar su legado modernizador y ofrecerse como un partido de la estabilidad y no de las sorpresas. La extrema izquierda queda fuera de su alcance, aunque no el centro ni la socialdemocracia. Para el PSOE es fundamental no perder más votos en la franja central del electorado entre los 45 y los 65 años de edad ni entre los jubilados, cada vez más escorados hacia el PP. En gran medida, su futuro se juega ahí.

Finalmente se encuentra Podemos, soñando con el tan cacareado sorpasso si logra sumar los votos de Izquierda Unida y los que le aportan las distintas confluencias. De ser así, por una vez la ley d'Hondt beneficiaría a los partidos situados en un extremo ideológico de la sociedad española y no en su espacio central. La ola juega a su favor, pero este ascenso puede volverse también en su contra a medida que la posibilidad de adelantamiento adquiera verosimilitud. Cuestión de matices y de fragilidad, de miedo y de deseo. El voto puede cambiar; sin embargo, la incógnita es si este hipotético trasvase tendrá alguna significación.

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