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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Claassen no vio el partido

Mi acreditado masoquismo no llega al extremo de sufrir un partido íntegro de Segunda División, por mucho que lo dispute un equipo mallorquín. Soportando algún resumen, quedo entre boquiabierto y estupefacto, ante el abismo de la Primera y única con el fútbol de oficinistas de la mal llamada categoría de plata. Soy del Madrid porque gana, y me afilié a un mallorquinismo victorioso. Sin embargo, el sábado no podía perderme el definitivo choque Valladolid-Real Mallorca, con tres campos en juego y la recuperación de la dignidad perdida.

He decidido confesar mis infidelidades mallorquinistas, dado que el absentismo en los partidos cruciales es la nota dominante entre los dirigentes del club. Por extraño que parezca, en la jornada decisiva estuve más comprometido con el equipo que el presidente de la entidad. ¿Qué hacía Uff Claassen el sábado cuatro de junio a las 22.05, paseando por el Puerto de Andratx? A esa hora, el equipo no tenía asegurada la permanencia. Faltaban diez minutos teóricos y un cuarto de hora real para que concluyeran los partidos donde se decidía el futuro de sus supuestos colores, incluido el trascendental Valladolid-Real Mallorca de la institución que preside.

Según los ojeadores sobre el terreno, el presidente no parecía muy preocupado por el futuro del Mallorca. Buscaba mesa en alguno de los cotizados restaurantes del Puerto, con su acostumbrado semblante sonriente. Se sentía seguro, porque estaba rodeado de alemanes desarraigados. Con su poderosa lógica hegeliana, imaginaba que los mallorquinistas auténticos estarían viendo el partido, a diferencia del supuesto líder del club. Hasta que cruzó la mirada cargada de reproche de un socio de pura cepa, y rehuyó el contacto visual. Por lo visto, Claassen está más desligado incluso que Miquel Àngel Nadal, el director deportivo que juega pachangas búlgaras de la tercera edad en días de competición del club que le paga. Lo cual nos lleva a los 21 millones extrañamente malgastados, en una entidad que rehúyen sus dirigentes. Retomo mi conversación con el hombre que mejor ama y conoce al Mallorca:

-Los americanos buscan dinero, sin más.

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