Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Eduardo Jordà

Las siete esquinas

Eduardo Jordá

El ateo

Cada dos o tres semanas me cruzo con un ateo que lleva una pancarta por la calle. El hombre hace siempre el mismo recorrido casi todo el centro...

Cada dos o tres semanas me cruzo con un ateo que lleva una pancarta por la calle. El hombre hace siempre el mismo recorrido casi todo el centro y se retira a la hora de comer. Casi parece repetir un horario de funcionario, y no descarto que sea un prejubilado de alguna empresa pública, porque es un hombre ya maduro, con canas, y parece esa clase de persona que uno imagina no sé por qué al otro lado de una ventanilla oficial. Mientras hace su recorrido, el hombre siempre sonríe, no sé si porque lo considera un deber profesional o porque es de natural afable y se siente en paz con el mundo. He anotado algunos de los lemas que proclama: "Sé razonable, sé ateo". "El ateo nunca peca". "No seas esclavo, el ateísmo es libertad". "La ciencia es universal, la religión sólo para creyentes". "El ratoncito Pérez, los reyes Magos y Dios no existen" (este último casi no le cabía en la pancarta y tuvo que escribirlo con letras muy pequeñas; me costó leerlas).

Me gustaría decir que la gente lo para por la calle para hacerse selfies con él, pero nunca he visto nada así, y si esto ocurre, debe de ser en otras calles y en otros horarios. Por lo que he visto, la gente sonríe al verlo pasar, y algún transeúnte se encoge de hombros, y alguien más hace un gesto de perplejidad, como queriendo hacer ver que es un pobre chiflado que no hace daño a nadie. Y por supuesto que es así. Se supone que vivimos en una sociedad muy alterada y desquiciada por los enfrentamientos políticos estas elecciones parecen decantarse, por desgracia, por la polarización y los extremos, pero lo que se ve por la calle desmiente por completo esta impresión. Si lo que se dice en tertulias y debates y se escribe en algunos periódicos fuera cierto, a este ateo lo habrían molido a palos unos cuantos extremistas de derecha con la ayuda de un corro de beatas y algún cura ultramontano. Pero nada de esto ha sucedido. Y tampoco parece que los muchos ateos que existen por ahí artistas, profesores, intelectuales, etc. se unan al ateo de la pancarta y se pongan a gritar sus consignas con la ayudad de un megáfono: "Sé razonable, sé ateo". "El ateo nunca peca". "No seas esclavo, el ateísmo es libertad". Pues no, nada de eso. El ateo va solo, sonriendo, siempre por el mismo sitio, inspirando la conmiseración de algunos y la indiferencia de casi todos. En Londres, si todavía existe el Speakers's Corner en Hyde Park, tendría derecho a ocupar un lugar preferente. Pero ignoro si alguien usa todavía el famoso rincón del orador. ¿Quién pretende convencer a alguien desde un rincón de un parque en la época de Twitter y Facebook?

Pero a mí lo que me gusta de este ateo es su fe. Su fe inquebrantable, esa fe a la que no renuncia ni un solo segundo de su vida y que le empuja a recorrer las calles, siempre por el mismo sitio, proclamando la inexistencia de Dios y la superioridad del ateísmo. En cierta forma, eso mismo hacían los primeros apóstoles y los primeros predicadores del cristianismo y de otras muchas religiones, aunque en aquellos tiempos la predicación iba a menudo acompañada de la muerte la palma del martirio, la llamaban en las clases de Religión, mientras que en estos tiempos en que nada importa demasiad este ateo callejero sólo pasa por ser un chiflado inofensivo o un apacible lunático. ¿Y lo es? No lo sé. Dudo mucho de que haya convencido a nadie no imagino a nadie parándolo por la calle y diciéndole: "Gracias, gracias, si no llega a ser por usted y su pancarta, yo todavía seguiría siendo un irrazonable cristiano y un aborrecible papanatas", pero él sigue saliendo todos los días a proclamar su buena nueva o vieja nueva, qué más da. Y ahí sigue, con su sonrisa inalterable y su camisa a cuadros, siguiendo su itinerario preciso de todos los días inamovible como una liturgia o como un ritual, para convencer a la gente que no cree en nada de que el ratoncito Pérez, los Reyes Magos y Dios no existen.

Compartir el artículo

stats