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Antonio Papell

La alternativa al PP

Pablo Iglesias publicó el sábado un artículo bien poco apodíctico, "Somos la alternativa al PP", en que declara que Podemos se ha consolidado como "opción de gobierno", capaz de liderar una "alianza histórica" sin precedentes con una pluralidad de fuerzas que va desde espacios tradicionales de la izquierda en España y Cataluña, pasando por partidos gallegos, valencianos y baleares, ecosocialistas y movimientos sociales, hasta las coaliciones municipalistas que hoy gobiernan las principales ciudades del país. En su análisis, plantea dos desafíos: el de asumir que está opción sólo podrá gobernar en alianza con la vieja socialdemocracia, y el de abrir un complejo diálogo para dar una salida institucional-constitucional por vías democráticas a la plurinacionalidad de España, al tiempo que se forja una idea de país capaz de sostener un proyecto colectivo respetuoso con la diversidad.

No se da explicación alguna de por qué esta fuerza emergente debería quedar a cargo de encabezar y dirigir la alternativa a la opción conservadora, que es actualmente la hegemónica en Europa, la que auspició el pacto de estabilidad y crecimiento acordado por el Consejo de Dublín en 1996, una construcción ideológica que es el fundamento de la eurozona. Sí se aclara que Podemos debería encarnar la "nueva socialdemocracia no condicionada por las contingencias de la guerra fría", después de que la vieja socialdemocracia "arrastrada al callejón sin salida de la tercera vía", abandonara "las políticas neokeynesianas". Esta nueva opción debería reclamar una política a un tiempo soberanista y europeísta de carácter social; para lo cual tendría que construir una nueva idea de Europa asociada a los derechos sociales y el bienestar y una nueva idea de España en Europa, que Podemos asegura no poder construir en solitario puesto que "requiere de amplias alianzas, sociales, políticas y con sectores estratégicos del empresariado, tanto aquí como en Europa". La propuesta no es fácil de entender y lo es todavía menos de implementar.

El PP es un partido conservador, moderado, que basa su actuación en una serie de criterios liberales bien conocidos que pueden resumirse en la respuesta que suele dar Mariano Rajoy cuando se le plantea el problema de equidad que tiene este país tras la grave crisis económica: la principal desigualdad afirma el líder popular es la que se desprende del elevado desempleo; reduciendo el paro explica, combatimos de la mejor manera posible la desigualdad. Y para conseguirlo, aplica medidas de oferta, recortes fiscales. La alternativa es, evidentemente, aplicar políticas de demanda, keynesianas. Pero esas políticas de demanda, basadas esencialmente en el gasto público que ceba la boba de la inversión privada, tienen una cabida limitada en la Unión Europea, como pudo comprobar Syriza a su llegada al poder.

Así las cosas, el contrapunto la alternativa del PP ha de ser la socialdemocracia realista, la apuesta política por aceptar el marco de Bruselas pero dando preferencia a las políticas de igualdad especialmente al fortalecimiento de la universalidad y la calidad de los grandes servicios públicos frente al neoliberalismo que considera las exigencias sociales una subordinada del desarrollo. Con una particularidad: el partido socialista, que ha acreditado su solvencia durante muchos años de gobierno durante los cuales se ha culminado la modernización de este país, mantiene estos objetivos y formula tales propuestas. No así Podemos, cuyo ideario está confuso y que ha propuesto con insistencia un cambio de régimen a partir de un proceso constituyente, que reconoce un disolvente y tercermundista derecho de autodeterminación y que se alía con los comunistas por razones de oportunismo electoral. Con unos comunistas que a estas alturas ya no dan miedo y que tienen perfecto derecho a existir y a expresarse pero que, como recordaba Ramón Cotarelo, nunca se han impuesto por las urnas en parte alguna.

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