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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

El PSOE, sin rumbo

Juan Ignacio Crespo, el único economista español que predijo la crisis de 2008, en entrevista concedida a Infolibre, ha alertado sobre una nueva recesión en 2017. Afirma que es compatible la previsión de crecimiento para 2016 con una nueva recesión el próximo año. Las razones en las que se basa para su previsión (hay que recordar que los economistas aciertan siempre que pronostican el pasado) son, básicamente, la trayectoria de la economía de los EE UU y la fuerte desaceleración de la economía china. Ya van tres trimestres de caída de los beneficios empresariales en EE UU. Antes se pensaba que la caída de beneficios era debida a la recesión, ahora se piensa que la recesión se presenta por la caída previa de los beneficios. Las empresas dejan de contratar, de invertir, cierran factorías, crece el paro y disminuye el consumo. La desaceleración de la economía china que empezó en 2008, supone para este año un crecimiento del 6,7% frente al 15% de 2008. En su momento, para hacerle frente inyectaron dinero al sistema, que ha creado una gigantesca burbuja crediticia. Se prevé una devaluación del yuan que exportará deflación a los países emergentes exportadores de materias primas, incluido el petróleo, que alcanza precios históricamente bajos. Todo ello afectará a la economía mundial y provocará la recesión. Crespo afirma que la anterior nos topó con un paro del 8%. La próxima nos va a encontrar con un paro del 20%, que seguramente se disparará hasta el 27%. Su receta para capearla (puede durar entre 15 y 16 meses) es hacer lo que hagan los demás: ¿Gasto público? Gasto público en todos. ¿Recortes? Recortes en todos. La singularidad en las medidas desarbolará a quien la protagonice.

Este es el panorama que nos presenta uno de los economistas españoles de más prestigio, ajeno a las ilusorias promesas de Rajoy de crear tres millones de empleos en los próximos cuatro años. Sin duda estamos en un momento crucial después del desastre de la incapacidad de formar gobierno de Pedro Sánchez al frente del PSOE, el único partido que podía hacerlo pactando con su izquierda o con su derecha, incluyendo al PP, pues los 40 escaños de Ciudadanos eran claramente insuficientes. La no formación de gobierno antes de las vacaciones de verano supondría un efecto letal para el país ante la urgencia de acometer los gravísimos problemas que nos atenazan y que mantienen paralizados a los partidos en la incapacidad de hablar claramente de los retos a los que nos enfrentamos y de las medidas concretas para superarlos por miedo a perder votos. El paro de los jóvenes, el de los mayores de cincuenta años; el gravísimo problema del mantenimiento de las pensiones, la incapacidad del sistema educativo que permita aumentar la productividad y con ella conseguir competitividad y sueldos dignos; enfrentar el secesionismo en Cataluña, País Vasco y Galicia; y proceder a las reformas constitucionales que aseguren la separación de poderes, la reforma del sistema electoral y la regeneración democrática.

No es que haya una fijación con el PSOE. Es que con los avances demoscópicos que están ofreciendo los medios de comunicación, aunque puede haber algunas variaciones en los resultados electorales, como un pequeño incremento del voto del PP merced a la fidelidad de sus votantes y a la polarización ideológica que entre Rajoy e Iglesias han conseguido presentar al electorado (a Rajoy le sirve para succionar votos de la abstención y de C's; a Iglesias para conseguir su gran objetivo de conseguir el sorpasso al PSOE) y con el incremento de escaños de la coalición de Podemos con IU, seguirá siendo el PSOE el partido que va a determinar la orientación del próximo gobierno. Y hay que decir que las señales que emite el PSOE, especialmente su máximo responsable, Pedro Sánchez, son extremadamente confusas y contradictorias. Hace unos días, en las jornadas de Sitges del Círculo de Economía que preside Antón Costas, catedrático de política económica de la UB, Sánchez dijo que en el mes de julio ya habría gobierno en España, dijo que no habría vetos y dio a entender que si PP y Ciudadanos no alcanzaban mayoría suficiente el PSOE podría abstenerse para facilitar la elección de Rajoy. Fuentes del PSOE desmintieron al día siguiente esta interpretación. Lo que el secretario general del PSOE había querido decir es que Podemos podría abstenerse o votar favorablemente su elección como presidente. Estamos acostumbrados ya a que lo que dice hoy Sánchez será desmentido mañana. Como en estos cinco pasados meses. Si Jordi Sevilla afirma una semana que en absoluto se pactará con el populismo de Podemos, la semana siguiente Borrell no le hace en absoluto ascos al gobierno de coalición con la coalición que preside Iglesias. Con todo, en entrevista con Pedro Piqueras, en Tele 5, avanzó las medidas de choque que pensaba implementar contra el paro juvenil y de mayores de cincuenta años: 200.000 empleos públicos y fuerte subvención a los costes de la seguridad social, además de derogar la reforma laboral del PP y subir los impuestos a las rentas elevadas; como si esto último bastara para sufragar tanto gasto público. Recuerda demasiado, aunque parece mejor construido, al Plan E de Zapatero de 15.000 millones de euros que incrementaron déficit y deuda. Aumento del gasto corriente, pan para hoy, hambre para mañana. Cualquiera con algún conocimiento de la economía sabe que la creación de empleo depende de la iniciativa privada, de impuestos asumibles y de recorte de todo gasto prescindible de las administraciones, utilizadas para colocar a los afiliados de los partidos: diputaciones, televisiones, defensores del pueblo, empresas públicas, asesores políticos, etc., lo que consolida el poder interno.

La inconcreta propuesta para reconocer a Cataluña sus rasgos diferenciales y sus derechos históricos ya ha levantado una polvareda entre los dirigentes regionales socialistas, menos Armengol, claro. Fernández Vara ya ha dicho que lo que necesita el PSOE es un psiquiatra. No existen derechos históricos, aunque la Constitución de 1978 que implanta los derechos democráticos y la legalidad, ex novo, sufre la contradicción de reconocer los del País Vasco y Navarra. Y en este punto es donde mayores dudas ofrece el comportamiento del PSOE, que no duda en apoyar a Iceta, responsable del PSC manifestándose con secesionistas en contra del recurso del gobierno contra las leyes sociales del parlamento de Cataluña. Sánchez ha dicho que si es elegido impedirá recursos ante el Tribunal Constitucional (TC) contra las leyes sociales de los parlamentos autónomos como el de Cataluña. Ha afirmado que la de Iceta es una "actuación de valentía política". No veo cómo puede impedirse recurrir ante los tribunales una ley que se presume ilegal. Pero, sobre todo, causa perplejidad que los partidos que deben actuar dentro de la ley se manifiesten contra aquellas instituciones o partidos que recurren, sea a los tribunales, sea al TC. Si no se puede recurrir una ley ante un tribunal es que no hay democracia. Si se ataca a los que recurren es porque se prevé que los tribunales le darán la razón, luego los que atacan a lo que recurren es que saben que lo que defienden es ilegal. La historia del PSOE no se merece tanto desvarío, tanta inconsistencia.

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