Diario de Mallorca

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Norberto Alcover

Reflexiones sobre Mallorca

Mallorca es nuestra isla, está claro. Y por lo tanto a todos preocupa con mayor o menor intensidad. Depende de la situación personal y de las ambiciones que se tenga. Una camarera de pisos estará preocupada por su inaceptable salario, mientras un profesional liberal, sea cual sea su salario, tendrá otras expectativas en función de su formación universitaria. Pero en ambos casos, se trata de dos personas que son ciudadanos mallorquines, con los mismos derechos y deberes como miembros de nuestra comunidad. Mallorca interesa a todos porque nos jugamos nuestro futuro en este trocito de tierra navegando en un mar maravilloso, capaz de aproximarnos a un montón de visitantes a quienes ahora mismo intentamos controlar tras haberles chupado la sangre. Parece mentira que aparezcan pintadas llamándoles fascistas y terroristas.

Pero a lo dicho, que Mallorca a todos preocupa, cuando se aproximan elecciones: deseamos regular el espacio geográfico, la diferencia entre capital y salarios aumenta con los días, y determinados silencios políticos son signo de una especie de aislamiento casi enfermizo. Nunca acabamos de romper la costa que nos convierte en ostracistas a ultranza. En fin.

Mallorca no puede pasarse la vida denostando al gobierno central, porque es una región privilegiada, y menos en un momento en que está en juego la política nacional. Si queremos ganar en autonomía de todo tipo, es la hora de demostrar que somos capaces de enfrentarnos a los desafíos de la historia desde nuestra reconocida capacidad autonómica, con los mimbres que tenemos y sin aumentar el desánimo de un sector de población en espera de cambios sustanciales en la distribución de la riqueza. No hay que pretender descargar sobre las espaldas mojadas de otros españoles que se esfuerzan por sobrevivir, responsabilidades iguales a las nuestras. Si también nosotros sufrimos (algunos, por supuesto) es responsabilidad nuestra intentar aglutinar fuerzas y o permanecer en este feroz individualismo que nos domina desde hace siglos. Mallorca tiene la obligación, mediante los mallorquines, de fundar una mayor colaboración socioeconómica entre las diversas estructuras sociales, sin olvidar que los pobres, así, sin rodeos, persisten en ese terrible "umbral de la pobreza". No depende del estado central, depende de nosotros mismos. Sin menospreciar, aunque sea de forma indirecta, a las instituciones no oficiales que salen al encuentro de tales pobres mediante la armonización de la solidaridad mallorquina. Nuestro Gobierno debería mostrar un agradecimiento infinito y visible, aunque se trate de instituciones de naturaleza eclesial. Lo que a veces duele.

Pero Mallorca no solamente tiene problemática socioeconómica. En absoluto. Porque tiene una profunda vaciedad cultural, más allá de la cuestión lingüística, convertida en instrumento político por razones espúreas. Y aquí se hace necesario echar mano de la responsabilidad de nuestra universidad que amplíe contactos y que nunca nos aisle todavía más. Una universidad que trabaje para hacer de la isla territorio nunca (marginal, extranjero, forastero) de quienes viven más allá del mar y de nuestras fronteras? además de Cataluña. Entre otras razones porque ese modelo soñado por tantos, que es esa Cataluña, basa su identidad (que me la conozco perfectamente) en una permanente relación con el exterior mediante científicos, empresarios, pensadores, músicos, políticos, sin olvidar su fortísima relevancia religiosa.

Cataluña basa su importancia actual no solamente en sus opciones independentistas, porque también en su capacidad de reflexión sobre sí misma, reflexión que algunos grupos antisistema desconocen en favor de barbaridades de todo tipo. Hay que tomar de los catalanes su espíritu emprendedor, su identidad nunca aislacionista, su nacionalismo integrador, en lugar de imitarles en lo peor que ofrecen al exterior: hiperafirmación mediante la negación de sus pretendidos enemigos. Sería una lástima que nuestra presidentita imitara lo rancio catalán en lugar de rendir pleitesía a los valores que unen Cataluña con España, en el mutuo respeto y colaboración catalana y mallorquina. Es una tarea compleja, pero se trata de una opción.

Y por último, Mallorca preocupa desde el punto de vista universal, sin que este concepto ofrezca materia para el escalofrío aislacionista que tantísimo nos gusta. Tenemos muchas cosas excelentes, pero sin ser capaces de relacionarlas con este mundo turístico que nos inunda para enriquecimiento nuestro, sin que valgan alaridos de ciudadanos autoerigidos en dueños de nuestra geografía, de nuestra lengua, de nuestra cultura, hasta de nuestra larga tradición religiosa. Apertura a todos aquellos que nos visitan, pero una apertura organizada, que vaya más allá del universo hotelero, comercial, dinerario, y se haga visible en actos, en muestras, en recorridos, en análisis, en ofertas culturales, y hasta en relaciones políticas con las realidades de quienes nos visitan, para hacer más Europa y más Mallorca. Hay que internacionalizar nuestra isla en lo que tiene, porque lo tiene, de inteligencia, de creatividad y de progreso humanizador. Una Mallorca ad extra desde nuestro ad intra, más allá de estadísticas viajeras y resultados económicos. Entre otras razones porque mejor estaremos cuanto mayor sean nuestros contactos intelectuales y espirituales con las fuentes de nuestra riqueza.

Dicen que vivimos un tiempo de recuperación económica indescriptible. Pues que todos lo noten. Sobre todo los más necesitados. Y que en las inevitables campañas electorales las tres dimensiones comentadas se perciban sin excusas. Es el momento de que demos la cara sin excusas de isleños irredentos. Es el momento de salir de nosotros mismos. Es hora de vivir una identidad enriquecida por una relación interna con quienes marcan nuestra hora, guste o disguste. Y como los electores somos nosotros, tenemos la oportunidad de decir sí a quienes merezcan nuestra confianza sin subterfugios varios.

Hoy por hoy, lo escribo con tristeza, para nada percibo que nuestros pretendidos líderes se muevan en estos ámbitos, antes bien parecen perdidos en mínimas pretensiones localistas que solamente nos disminuyen como pueblo. Falta grandeza de ánimo y sobran pactos de corto recorrido.

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