Diario de Mallorca

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El Parlament balear aprobado por unanimidad, según he podido leer en este periódico, una ley que ha terminado por denominarse "ley para la recuperación de desaparecidos durante la Guerra Civil y la dictadura franquista" y que se conoce, o se conocía, como ley de la memoria histórica. Es lo que tienen los trámites parlamentarios, y más aún si alcanzan el consenso: que convierten las frases simples en complicadas. Como la tendencia del lenguaje actual lleva a la complicación, se entiende. Quienes dicen visionar en lugar de ver o hablan de la multiculturalidad para referirse a la diferencia, y no digamos ya quienes mencionan a los vecinos y las vecinas, los ciudadanos y las ciudadanas o, espero que en breve, los votantes y las votantas, se complacen en liar las frases en la idea de que así las aclaran. Durante la tramitación en Palma de la ley de memoria histórica se cayó un complemento importante, el que se refiriese a crímenes contra la humanidad; de haberse aprobado así, cualquier presunto crimen investigado al amparo de la ley no habría prescrito nunca. Como no ha sido al final el caso, y habida cuenta del tiempo transcurrido, parece claro que la nueva ley no servirá para castigar crimen alguno: habrán prescrito todos ellos. ¿Por qué se presenta y aprueba por asentimiento entonces? Un cínico diría que porque no sirve de nada y, por consiguiente, no supone amenaza alguna contra nadie. La condición perfecta para obtener el consenso total. Pero claro que sirve de mucho, ya lo creo que sí. Sirve como mínimo para dar satisfacción moral a todas las familias que cuenten con algún pariente desaparecido en aquellos años terribles. Quizá sirva también para que sea más fácil recuperar sus restos. Los protagonistas de la aprobación de la nueva ley y algunas personas ilustres que la han comentado sostienen que servirá incluso para dar carpetazo a un episodio de enfrentamientos fratricidas, para pasar página en el asunto de la Guerra Civil. De ser así, su alcance sería de una importancia inmensa. Pero dudo que suceda eso. A la luz de las posturas políticas que vistas en las dos legislaturas últimas, la fallida que salió de las urnas el 20D y la que comenzará tras las elecciones del 26J cuya campaña comenzó ya en enero, hay que pensar que el guerracivilismo está más vivo que hace una década y no digamos nada ya si comparamos la voluntad actual de enfrentamiento con otro consenso, el que logró sacar adelante la Constitución de 1978.

Que a dos décadas de alcanzar el centenario de la Guerra Civil no sepamos aún superarla da para pensar que existe un vicio permanente en nuestra forma de ser y sobre todo de recordar. Citando a alguien muy querido por mí, a una de sus novelas más importantes, ha menudo he sostenido que en la guerra de 1936 no hubo vencedores y vencidos; perdimos todos (unos más, otros menos). Si esta ley recién aprobada sirve para superar esa herencia envenenada, aplaudámosla.

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