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Antonio Papell

La necesidad de reformas

El larguísimo proceso electoral que desembocará en las elecciones generales del 26 de junio arrancó de hecho en las elecciones europeas de mayo de 2014, en las que por primera vez fue patente el cambio sustancial en las preferencias del electorado, consecuencia de la gravísima crisis, o, más exactamente de la impericia con que los grandes partidos trataron de resolver una situación que ellos mismos habían creado. Y en todo este dilatado trayecto no se ha producido realmente en este país una autocrítica cabal que haya permitido entender los errores cometidos; ni, por lo tanto, se han planteado reformas y terapias como resultado de las enseñanzas aprendidas a raíz de la gran catástrofe.

La crisis ha sido por supuesto muy compleja, pero podría describirse mediante tres de sus principales características.

1.-Cuando estalló la burbuja, se estaban construyendo viviendas a un ritmo superior al de Francia, Gran Bretaña y Alemania juntas; el endeudamiento del sector, que representaba el 17% del PIB, alcanzó los 450.000 millones de euros. La banca, con el beneplácito de los reguladores nacional y comunitario, alimentó irresponsablemente aquella burbuja que tanto complacía a los gobernantes de los dos grandes partidos, seguros de que aquel fenómeno 'de libro' avanzaría hacia un 'aterrizaje suave', e incapaces a ver quien tenía los arrestos necesarios para atreverse de hacer una llamada a la racionalidad, o sencillamente, de detener aquel alocado viaje a ninguna parte. La incompetencia de quienes acunaron aquel proceso de recalentamiento, con Rato y Solbes en la primera fila, fue tan llamativa como reprobable.

2.-La crisis sirvió también para mostrar lo inadecuado de la insistencia en el modelo radial de desarrollo que, con pertinacia, se aplicó aquí desde los tiempos de la dictadura de Primo de Rivera y, por supuesto, durante el franquismo y la etapa democrática. La centralización fue, después de las revoluciones burguesas, el gran factor civilizatorio y de desarrollo, entre otras razones porque, como dijo no hace mucho tiempo José Borrell en una entrevista, "el poder central libera y el poder local oprime". Pero en los países desarrollados, el crecimiento ha de ser en malla y el influjo de lo público ha de resultar equilibrante. Es patético, en definitiva, que haya quedado de manifiesto la perfecta inutilidad de una vasta y cara red radical de autopistas de peaje que parten de Madrid y que habrán de ser rescatadas por el Estado tras la quiebra de los concesionarios privados? En tanto los corredores de transporte mediterráneo y cantábrico están todavía por abordar.

3.-La crisis ha acentuado la evidencia de que el modelo autonómico edificado después de 1978 mediante la técnica procesal del Título VIII CE no ha resultado del toso funcional, ni política ni económicamente, y requiere cambios profundos y una acomodación a alguno de los sistemas que sirven en las grandes democracias para organizar la pluralidad territorial. La incomodidad de Cataluña ante el sistema autonómico tiene raíces ideológicas pero es sobre todo consecuencia de sus disfuncionalidades? que también agobian a otras comunidades autónomas, como Valencia y Balears, que no politizan el problema porque la tensión soberanista es mucho menor.

Hay muchos más argumentos para justificar la necesidad de reformas profundas de un sistema sociopolítico como el nuestro que, si bien ha sido capaz de engendrar un potente régimen de libertades estable e irreversible y de sostener un avanzado estado de bienestar (también lleno de carencias pero valioso en sí mismo), pero los mencionados son suficientes para respaldar la exigencia a los partidos de propuestas que colmen estas lagunas y satisfagan la demanda del decepcionado cuerpo social. De momento, los programas son ambiguos y timoratos? Estamos a la espera de respuestas que indiquen que las elites políticas han aprendido la lección.

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