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Daniel Capó

Las cuentas de la vida

Daniel Capó

Anuncios económicos

Esta semana ha sido pródiga en anuncios económicos, algunos más amenazantes que otros. La economía española sigue creciendo a buen ritmo, pero los números no cuadran. La deuda pública ha superado el 100% del PIB, lo que nos coloca en una situación arriesgada de cara al futuro. La deuda de hoy son los impuestos del mañana y, por tanto, el camino que cimienta la pobreza relativa de nuestros hijos y nietos. El mix de deuda, déficit alto y envejecimiento demográfico apunta hacia nuevos recortes, más carga fiscal y, en definitiva, décadas de estrecheces. La Comisión Europea ya ha advertido que el gobierno tiene que realizar ajustes adicionales por valor de 8.000 millones de euros que, por supuesto, afectarán a la calidad de nuestros servicios públicos. Mientras tanto, los partidos políticos se enfrascan en su larga ristra de promesas electorales. De forma un tanto irresponsable, Rajoy anunció en el Financial Times que, si vuelve a gobernar, se apresurará a bajar otra vez el IRPF. El PSOE, a través de su portavoz económico, Jordi Sevilla, afirma lo contrario, a saber: que se establecerá una nueva tasa para sufragar las pensiones, al mismo tiempo que se niega a reformar la Seguridad Social. Me temo, evidentemente, que mienten los dos. Rajoy sabe que los desajustes presupuestarios de España requieren cirugía mayor y no promesas irrealizables de estímulo fiscal. Sevilla, y el PSOE, por su parte, también son conscientes de que subiendo sólo los impuestos no se equilibrarán las cuentas y mucho menos a largo plazo. Los problemas son profundos; y la necesidad de soluciones, también.

En su último libro, Poner fin al desempleo. ¿Queremos? ¿Podremos? (editorial Deusto), el economista César Molinas nos alerta de la amenaza que se cierne sobre el empleo a medida que avanza la sustitución de los trabajadores por la tecnología. "Hay que plantearse que, dentro de diez años, de cinco, no quedarán empleos que no tengan un componente de creatividad importante declaró hace unos días en una entrevista concedida a El País. Van a desaparecer los cajeros de supermercado, que están desapareciendo. Van a desaparecer los asesores fiscales... en el fondo, todo lo que tiene detrás esta gente es una hoja de Excel. Entonces, ¿de qué trabajos habrá más demanda? Profesores, peluqueros, diseñadores... gente creativa. Pero gente creativa a nivel muy cualificado y menos cualificado". Por supuesto, la pregunta es cómo preparar para esta creatividad, en el caso hipotético de que sea posible hacerlo. Y, al mismo tiempo, ¿cómo se consigue un marco empresarial adecuado para que poder aprovechar los efectos positivos de la nueva economía? No es algo que se pueda solucionar en unos meses. Ni en una legislatura.

Ahondando en esta idea, Joan Rosell, el presidente de la CEOE, volvía a ofrecernos otra de sus explosivas declaraciones al asegurar que la noción de un trabajo fijo pertenece al siglo XIX y no al nuestro. En parte es así. La globalización ha traído consigo un mercado también mundial del empleo, de modo que cualquier trabajador del Primer Mundo compite contra otro de Asia, África o Iberoamérica. Esa presión empuja los salarios a la baja y afecta a la misma solidez del empleo. A la vez, la robotización de la industria prosigue a marchas forzadas. No se trata sólo de los cajeros de supermercado, como sugería Molinas, sino de campos amplísimos del mercado laboral que se encuentran en vías de sustitución: las camareras de piso y la gestión de los fondos de inversión en bolsa, los conductores de tren o, quién sabe, si incluso los radiólogos o los cirujanos... Para el historiador Yuval Noah Harari, este proceso equivale a una nueva revolución industrial que provocará la aparición de un sector equivalente al proletariado urbano el siglo XIX y principios del XX. Una de las grandes cuestiones de nuestro tiempo es qué hacer con los trabajadores que carecen de un futuro profesional claro. De momento, no existe una respuesta firme.

El futuro en España apunta hacia una mayor presión fiscal, una gran disparidad salarial y un enorme paro estructural; todo eso con el trasfondo del endeudamiento masivo, el envejecimiento demográfico y el cambio del paradigma industrial. Conviene ir ya dejando de lado las campañas electorales con las vacuas promesas de estos días y ponerse a trabajar. La tarea es hercúlea.

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