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Joaquín Rábago

¿Qué les ocurre a los socialdemócratas?

¿Qué les ocurre a los socialdemócratas que parecen no levantar cabeza? En Austria, decide dimitir el canciller tras el fracaso del partido en las presidenciales. En Alemania, parecen desdibujados en la gran coalición. En España, quieren evitar desesperadamente el sorpasso por su izquierda. En Francia, están amenazados de división. En Grecia, no se los espera. Y en Polonia, ni siquiera están ya el Parlamento.

¿Dónde están los dignos sucesores del alemán Willy Brandt, del austriaco Bruno Kreisky, del sueco Olof Palme, personalidades de peso todas ellas, que fueron referentes en su día de la izquierda europea y aun mundial? ¿A qué se debe el vacío de ideas que parece aquejar hoy a todos esos partidos, una vez desengañados de la "tercera vía" que con tanto éxito como con las consecuencias negativas que vemos ahora impulsaron los Blair y los Schroeder?

¿No están pagando todos ellos el precio de unas reformas económicas y laborales mucho más propias de los conservadores que de unos partidos que se proclaman de izquierda? Ésa es la explicación que encuentran algunos: en Alemania, los socialdemócratas y los Verdes tuvieron que hacer frente a una herencia de elevado desempleo y grave endeudamiento.

Su respuesta fue la Agenda 2010, que sirvió para recortar drásticamente gastos sociales y los costes laborales, fomentó el autoempleo, así como los los llamados minijobs y los empleos temporales subvencionados. De esa forma se abrió una amplia brecha entre los empleo tradicionales y un sector cada vez más amplio de miniempleos o empleos subcontratados, con el consiguiente incremento de la desigualdad.

Es un patrón que han tratado de imitar luego con mayor o menor éxito en otras partes, donde se busca así acabar con lo que el mundo empresarial califica de "rigideces del mercado laboral". Lo estamos viendo, por ejemplo, estos días también en Francia, donde un intento en esa dirección del primer ministro Manuel Valls y el titular de Economía, Emmanuel Macron, tropieza con fuerte oposición por parte del sector más a la izquierda: los llamados "frondeurs".

En el Reino Unido, los laboristas están hundidos también en una crisis de identidad tras los años de "blairismo", que si bien sirvieron para ganar, una tras otra, elecciones, lo hicieron a costa de que la izquierda perdiera su alma. Hoy, su nuevo líder, Jeremy Corbyn, trata de devolver el partido a sus raíces, pero su izquierdismo radical, en el mejor sentido de la palabra, parece encontrar pocos amigos en el propio establishment laborista, que piensa, seguramente con razón, que con él no se volverá al Gobierno.

Italia es de todos esos países aquél donde un partido de inspiración socialdemócrata, el Partido Democrático, parece tener actualmente más éxito con su política de profundas reformas, lo que se debe exclusivamente a la ambición y dinamismo de su joven líder, Matteo Renzi. Pero tampoco en su caso puede hablarse de una política de izquierdas, sino, en el mejor de los casos, de centro-izquierda: Renzi pretende llenar el vacío que dejó en el país Mario Berlusconi, y sus críticos le acusan de ser un liberal en lo económico y de querer crear un "Partido della Nazione", en el que todos tendrían cabida.

Su suerte es que de momento no tiene competencia ni en la derecha ni en en el partido Cinque Stelle, del cómico Beppe Grillo, cuyo futuro es por lo menos incierto tras la muerte de su ideólogo Gianroberto Casaleggio.

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