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Llorenç Riera

La práctica estática de Mariano Rajoy

El presidente del Gobierno arremete en Palma contra toda coalición de izquierdas y progresista. El PP de Balears intenta dar imagen de unidad pero agradece su presencia "en medio de la tempestad"

No se puede afirmar con precisión que Mariano Rajoy viajara ayer a Palma. La presencia física queda supeditada en este caso a la reincidencia de un discurso instalado sobre un hábitat hecho a medida del presidente y al que se aferra una y otra vez para permanecer de forma estática en la burbuja de quien vive en el mundo deseado, pero incompatible con la realidad palpable.

Durante la campaña de estas elecciones repetidas conoceremos muchas cosas de los males y desgracias del adversario y muy poco, por no decir nada, del compromiso propio y de programas claros y sólidos. Es la tónica que se repite una y otra vez de forma creciente, para desencanto del elector. El dimoni se asoma sobre las urnas. Ya no es patrimonio exclusivo de las fiestas de pueblo de Mallorca. El PP le llama, PSOE, Podemos o Més, y le viste de "extremismo" y de "ineficacia" con marcados tonos "radicales".

La organización de un "foro convención sobre las malas prácticas de gobiernos extremistas y las buenas prácticas de gobiernos populares" es enunciado de sobras suficiente. Lo dice todo. Tenemos titular explicito. No hace falta adentrarse en el texto de la noticia, ni tampoco le conviene al PP que lo hagamos, porque entonces podremos calibrar los errores de bulto que contiene. Mariano Rajoy no se preocupó de ajustarse la realidad política de Balears, ni siquiera a la de su propio partido en las islas, antes de emprender el vuelo. Cogió un modelo de discurso estándar aderezado con tópicos como único equipaje para una jornada fugaz. Toda una descortesía. De ahí que podamos cuestionar la veracidad de la estancia.

El presidente del Gobierno dio por sentado que Podemos también gobierna en Balears, aseguró que el PP siempre ha ganado las elecciones en las islas y que los populares de esta tierra se caracterizan por su sentido de la unidad y de la cohesión. Nada de ello se corresponde con la realidad. Era una convención en clave estatal con escenario instalado en Mallorca.

En clara disonancia con el presidente y la secretaria general, Dolores de Cospedal, Miquel Vidal „por algo está en horas bajas„ agradeció a Mariano Rajoy que se hubiera decidido a venir "en medio de la tempestad". Tienen servicio meteorológico distinto. El del presidente nacional mira al Mediterráneo y a la primavera, el del presidente regional interino a la casa que no pude domesticar.

Tampoco se observan cimientos sólidos en la afirmación de Teresa Palmer cuando se sobrepone a los monosílabos y explica que halla ánimo en el "despropósito y las peleas del pacto de la izquierdas" para encabezar la candidatura de los conservadores. Para tal pretensión resulta igual de estimulante optar a la presidencia de su partido en Balears. Los males ajenos, en detrimento de las virtudes propias, son mal bagaje y escaso aliciente para una pugna electoral reñida y repetida. Pero impera la disciplina antes que la vocación para dar con una delegada del PP balear en el Congreso.

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