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Jose Jaume

José María Rodríguez, amigo para siempre

Hace mucho, muchísimo tiempo, quien fue decisivo a la hora de estructurar al PP de Mallorca tal como hoy lo conocemos, confesó que con José María Rodríguez era imprescindible llevarse bien, que era del todo inconveniente echarle un pulso, porque se podía ganar (él era de los pocos en el partido en disposición de conseguirlo), pero a un precio que de ninguna manera podía pagarse. De los tres alcaldes que la derecha ha tenido en Palma, dos asumieron que con Rodríguez mejor no tener que vérselas: Juan Fageda primero y Catalina Cirer después fueron disciplinadamente obedientes a los dictados de quien, de facto, fue el alcalde durante los sucesivos mandatos del primero y el cuatrienio de la segunda. El tercero, Mateo Isern, se negó en redondo a admitir que fuera Rodríguez, en persona o a través de su correveidile, Alvaro Gijón, quien le impusiera la agenda municipal, si llegó a tener alguna disponible. El resultado es sobradamente conocido: Isern ha sido cocinado a fuego lento para ser convenientemente apuntillado cuando ha surgido la ocasión propicia: la repetición de las elecciones generales. Antes, Rodríguez había obtenido lo que buscaba: sacarlo del ayuntamiento de Palma, sustituyéndolo para alguien tan inexistente como Margarita Durán, de la que constaba su predisposición a la ciega obediencia a la superioridad en su periplo por la presidencia del Parlament en la legislatura de la mayoría absoluta del PP de José Ramón Bauzá.

José María Rodríguez ha vuelto a demostrar que es el hombre inevitable en el PP de Mallorca, el amigo para siempre del que no se puede ni debe prescindir. Alguien tan sumamente tóxico como Gabriel Company, que en el improbable caso de que consiga ser presidente del partido estará en disposición de ofrecer al PP días de gloria susceptibles de igualar lo mejor del recordado Matas, comprueba un día sí y otro también que tenérselas con Rodríguez no es recomendable para preservar la salud política. El presidente del PP de Palma ha hecho saber a Company, el imposible presunto regenerador del PP balear, que sus gambitos de dama no son la sólida línea de defensa o ataque, según convenga, que pueda inquietarle. La exhibición que ha llevado a cabo en Inca para neutralizar a los llamados regionalistas decididos a aupar a Pere Rotger ha sido espectacular: se ha desembarazado de ellos de un papirotazo, dejando a Rotger magullado en el cuarto lugar de la candidatura, puro relleno en las actuales circunstancias que malvive el PP. Tiempo atrás, ir de cuatro era obtener posición ganadora. En la desasosegante tesitura que transitan si los populares reiterar el resultado del 2o de diciembre lo saludarán como un gran triunfo.

Cuando el amigo para siempre fue desalojado de mala manera de la delegación del Gobierno no fueron pocos los que sacaron la apresurada conclusión de que su tiempo periclitaba, que pasaba a ostentar la condición de alma muerta (definición que se daba a los miembros del comité central del Partido Comunista de la Unión Soviética en tiempos de Breznev, allá por las décadas de los sesenta y setenta del pasado siglo), categoría asociada a la irrelevancia. Menudo error de cálculo: José María Rodríguez siguió y sigue vivo y bien vivo. Cualquier duda ha quedado disipada después de lo acontecido en Inca. No descartemos en modo alguno que todavía esté por escenificarse no tanto su regreso triunfal al estrellato, del que nunca ha apetecido, sino la plasmación que contra él nada se puede en el congreso que ha de elegir al presidente del partido de la derecha mallorquina y balear, el cargo por el que suspira Company, que va de error en error para alivio de quienes temen seriamente por la supervivencia del PP en los tiempos venideros.

La pregunta se torna obligada: ¿cómo es posible, cómo ha podido suceder, que un hombre con las características que adornan la personalidad de José María Rodríguez sea todavía hoy el pétreo amigo para siempre del convulso, cuarteado, desmayado PP mallorquín? Siendo conseller de Matas, cuando la Guardia Civil entró en el ayuntamiento de Andratx deteniendo a su entonces alcalde, Eugenio Hidalgo, quien penó cárcel, se le preguntó de qué había tratado la conversación previa al arresto que mantuvo con el alcalde. Su respuesta ilustra quién es el hombre inevitable: "Es lunes y estoy en mi despacho", respondió con su vocabulario muchas veces ininteligible. Rodríguez salió indemne. Siempre se ha escabullido. Tan solo tuvo que aceptar dejar la delegación del Gobierno, lo que en definitiva no ha hecho otra cosa que permitirle reforzar, si ello es factible, su entramado en el PP de Ciutat.

Ahí radica buena parte de su predicamento: conoce a todos y cada uno de los afiliados en Palma. Siempre se ha preocupado por sus personales cuitas. Los ha atendido. Consolado. Ayudado. Mimado. A qué extrañarse de que haya urdido una tela de araña, red clientelar afirman sus enemigos en el partido, que demuestra una consistencia que desafía incólume el paso del tiempo.

Con los sucesivos apiolamientos de Isern y Rotger, dos de los peones que Company ha perdido, José María Rodríguez ha presentado, por si falta hacía, que no era necesario, sus cartas credenciales para el próximo congreso. Bien, ha manifestado, aquí quien quiera hacerse con la presidencia tiene que pactarla conmigo; de no hacerlo, de invocar el socorro de la superioridad, Madrid, el partido quedará sumido en el caos. ¿Pactar con Rodríguez? ¿Cómo no hacerlo? Se avino a ello quien tal vez pudo soslayarlo. Mientras tanto quedémosnos con la impagable sentencia del presidente provisional: "No hay división en el PP, lo que existe es tantas ganas de participación que se presentan veinte aspirantes para encabezar la lista". Se entiende la postración que se ha adueñado del otrora hegemónico partido de Mallorca; se comprende que Vidal, también masacrado por Rodríguez, no tenga rubor en afirmar lo transcrito, repetido por la corte de portavoces que cariacontecidos no han hallado mejor excusa.

El amigo para siempre, satisfecho con lo conseguido, convenientemente establecido el alcance de su poder, espera acontecimientos. Sigue la sede vacante.

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