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Matías Vallés

Al Azar

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El blanqueo de mafiosos rusos

Alexander Romanov fue un capo de la mafia rusa Taganskaya según la fiscalía, que en cuanto ministerio público representa a todos los ciudadanos...

Alexander Romanov fue un capo de la mafia rusa Taganskaya según la fiscalía, que en cuanto ministerio público representa a todos los ciudadanos, hasta que aceptó pagar cuatro millones de euros y quedó limpio de la mínima conexión mafiosa. A partir de ahora, los fiscales acusarán de calumnias a cualquier persona que conecte al magnate ruso con el crimen organizado, un vínculo que los acusadores públicos han mantenido durante años. Nadie ha explicado la milagrosa conversión, sin necesidad de arrepentimiento y sin que se haya constatado la preceptiva intervención divina. Puede que usted lo entienda, si usted es Lewis Carroll, y en tal caso le ruego que me lo explique.

En Mallorca aceptamos sin dificultad que solo los pobres ostenten sin redención el título de mafiosos, un rico tiene garantizada la adquisición a buen precio del señorío. El Estado reconoce ahora que los trece millones blanqueados por Romanov en Mallorca proceden de un negocio legal de gimnasios. De este modo, se convierte en el primer magnate ruso de que se tiene noticia que ha invertido esa escandalosa fortuna en una maldita isla mediterránea, tras haberla obtenido honradamente. A propósito, gimnasios, hoteles y restaurantes son los negocios más frecuentes para reciclar dinero mafioso, según sabe cualquier lector de novela negra.

En aras de la transparencia de una transacción judicial de dimensión pública, se debería divulgar qué han cobrado los abogados implicados por su fructífera negociación en un foro judicial, y por tanto ciudadano. Dado que Romanov conserva su mansión en la isla, es más mallorquín que usted y que yo. Apuesto además que obtuvo otros millones legales del mismo sitio de donde proceden los trece en disputa, lo cual ahonda las diferencias con los nativos. No somos pánfilos, los modernos zares sintonizan a la perfección con el paisaje insular que les rodea. La justicia define una sociedad, por lo que ahora sabemos mejor dónde vivimos, a quiénes hemos entregado las riendas no solo económicas de nuestro destino y que no tenemos a quien nos proteja de ellos. Dicho lo cual me voy al gimnasio, a blanquearme un poco los músculos.

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