Veo que una madre de familia ha emprendido una campaña contra los deberes infantiles „esa tarea para hacer en casa impuesta por el profesor a sus alumnos„, que a su juicio entorpecen la vida familiar, y ha recogido 200.000 firmas para respaldar su pretensión y abrir un debate.
En el fondo, lo que se deduce de esta posición es la tesis de que los niños deben limitar su aprendizaje a la escuela, de modo que la familia pueda desentenderse por completo de este engorro y dedicarse a convivir y a realizar actividades lúdicas sin interferencias.
Más bien parece sin embargo que lo adecuado es que los padres, la familia en general, se impliquen en la educación de los hijos, asistan cotidianamente a sus avances en la escuela, subsanen sus carencias en cuanto puedan, complementen la acción de los pedagogos profesionales y traten de ayudarles en la medida de sus posibilidades en todos los aspectos de su formación, que no concierne solo a la escuela o al instituto sino que, en realidad, es un asunto en el que debe implicarse toda la comunidad y, por supuesto, los progenitores.
En este marco, es posible que haya profesores/colegios que sobrecarguen a los alumnos con tareas externas más allá de lo razonable, y es lógico que se produzcan en estos casos quejas y lamentaciones, pero la protesta genérica e indiscriminada carece de sentido y ha de ser rotundamente rechazada.
