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Antonio Papell

La envolvente de Podemos al PSOE

Anguita, el gran muñidor del pacto IU-Podemos, el teórico de la pinza con los conservadores contra el PSOE para destruir la socialdemocracia, el leninista avanzado que sigue con arrobo las pautas de la Tercera Internacional, se ha llevado el gato al agua: el "comunista" Garzón y Pablo Iglesias han conseguido ya un principio de acuerdo en realidad, un reparto de puestos en las listas electorales, basado en unas líneas programáticas incompletas que disimulan las fuertes divergencias con el que ambas organizaciones intentarán maximizar su resultado conjunto.

Una vez conocidos los términos generales de la alianza, que han sido acogidos con división de opiniones en las dos organizaciones habrá satisfechos e insatisfechos, ya puede decirse que ese pacto supone para Podemos un cambio de rumbo trascendente puesto que modifica por completo su estrategia originaria, su proyecto de "cambio de régimen", que había de sustituir al de la Constitución de 1978, el mismo que el Partido Comunista de España, columna vertebral de IU, contribuyó a fundar.

Podemos nació, con voluntad hegemónica en el sentido gramsciano de la expresión, para sustituir el viejo sistema surgido de la Transición, apartar a los partidos "viejos" y erigir un nuevo régimen en el que perdieran sentido los antiguos conceptos de derecha e izquierda, fruto de una dialéctica que a su juicio estaba ya caducada e inservible. Para ello, lógicamente, Podemos tenía que conseguir grandes mayorías, algo que no ha logrado evidentemente. Y, al parecer, Pablo Iglesias, dispuesto a conseguir el poder a cualquier precio, ha optado por efectuar un viraje significativo e intentar alcanzar la mayor influencia posible en el "viejo" esquema, ya sin la pretensión de cambiar el modelo y las reglas de juego. En lugar de desplazar a los de arriba empujando desde abajo, ha optado por la vieja fórmula de echar a la derecha desde la izquierda. En definitiva, se ha inscrito en la izquierda radical la que está a la izquierda de la socialdemocracia, se ha aliado con quien ocupaba el espacio en ese momento, y pretende convertirse en alternativa progresista al PP. Si lograse superar al PSOE, propondría un gobierno de izquierdas con esa socialdemocracia en decadencia, que lógicamente se resistiría porque si aceptase el regalo envenenado habría firmado su sentencia de muerte.

La duda estriba en si Podemos más IU lograrán ese ansiado sorpasso. Según las encuestas de recuerdo de voto, de los 5,3 millones de votos que logró Podemos en diciembre, 1.450.000 provenían del PSOE, 885.000 de IU, 505.000 del PP y 1.320.000 de la abstención. Habrá que ver si todas esas personas están dispuestas a repetir su voto después de que Podemos se haya aliado con Izquierda Unida. Esto es lo que dudaba Errejón cuando venía a decir que en política dos y dos no son necesariamente cuatro.

Por último, Podemos ha ofrecido a los socialdemócratas un pacto preelectoral para concurrir conjuntamente al Senado, un ardid para envolver al PSOE y generarle problemas territoriales (Ximo Puig tensiona la cuerda por su declarada intención de firmar un pacto de esta naturaleza con Podemos y con Compromís, prolongación de su propio pacto de gobierno en la Comunidad; también Lambán ha hecho un amago de pacto de Aragón). Pero el PSOE no puede claudicar tampoco en esto y ha de mantener firme su autonomía. Otra cosa sería echarse en brazos de los radicales, abdicar de su proyecto de país y entrar en una deriva a la griega de imprevisibles consecuencias no sólo para el propio PSOE sino también y sobre todo para el país, que debe seguir siendo uno de los puntales maduros de Europa y de la construcción continental.

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